Entre todas las reliquias que se conservan en iglesias y monasterios de Toro, la del cráneo de San Valentín es la que despierta un mayor interés entre fieles y enamorados que, este fin de semana, pueden venerarla en la Colegiata.

Por segundo año consecutivo, la pandemia impedirá besar la reliquia que, en esta ocasión, ha sido instalada junto a la escultura de San Valentín situada a la izquierda del altar mayor del templo, talla de madera pintada en blanco para simular el mármol y realizada por el escultor Pedro León de Sedano en torno al año 1788.

Muchos fieles toresanos se reencontrarán durante el fin de semana con la reliquia del santo que, entre los turistas, genera sorpresa y mucha curiosidad, pero que no dudan a la hora de pedir al patrón de los enamorados que perpetúe sus promesas, aunque otros también imploran al santo alivio para los dolores de cabeza, ya que también se le atribuían poderes curativos.

Durante todo el año, el relicario custodiado por dos ángeles tallados en la madera se puede admirar en la cámara acorazada de la Colegiata de Toro, pero ante la celebración, este lunes de la fiesta de San Valentín, durante el fin de semana se exhibe en un lateral del altar mayor para facilitar que fieles y turistas puedan venerar los restos óseos.

Hasta tres reliquias distintas se conservan del cráneo de San Valentín: la que se venera en Toro, la que alberga la iglesia madrileña de San Antón y la que custodia la basílica de Santa María en Cosmedin de Roma.

Turistas capturan con su móvil una fotografía de la reliquia. | M. J. C.

Antiguos documentos revelan que los restos óseos de la cabeza del santo llegaron a Toro tras la muerte del emperador Carlos I de España y V de Alemania por mediación del que fuera su capellán, Diego Enríquez.

El Papa Pablo III regaló al emperador la cabeza del santo para que aliviara sus dolores de cabeza, jaquecas y migrañas, pero tras su fallecimiento, su capellán lo depositó en Toro con un permiso concedido por el sumo pontífice en el año 1545, aunque también otorgó indulgencias a los fieles que lo visitaran.

El canónigo, Valentín Tejederas, potenció un siglo después el culto y consiguió que el Papa Inocencio VI concediera, mediante documentos fechados en Roma en 1682, indulgencia plenaria cada siete años, cuando la fiesta de San Valentín se celebrara en domingo, a todas aquellas personas que visitaran su capilla y veneraran sus restos.

Del mismo modo, el sumo pontífice accedió a conceder el jubileo a los hermanos de la cofradía de San Valentín de Toro que, en aquella época, era una de las más importantes de la ciudad.

Al margen de la reliquia y de la escultura tallada por Pedro León de Sedano, en la Colegiata de Toro también se conserva una tabla incrustada en un retablo de la sacristía, que recrea el martirio del santo y la escena en la que un soldado se dispone a consumar su decapitación.