Cuatro décadas después de que fueran robadas por René Alphonse van den Bergue, más conocido como “Erik el Belga”, cinco pinturas al óleo sobre cobre han sido restituidas a la Colegiata de Toro.

El delegado de Patrimonio de la diócesis de Zamora, José Ángel Rivera de las Heras, acompañado por los párrocos de Toro, Jesús Campos y Juan José Carbajo; el responsable el taller de restauración del obispado, Bernardo Medina; el alcalde, Tomás del Bien y el historiador, José Navarro Talegón, ha desgranado este lunes los detalles de la recuperación de las valiosas pinturas que, junto a otras obras de arte, fueron robadas de la Colegiata en la madrugada del 13 al 14 de mayo de 1981.

En concreto, como apuntó Rivera de las Heras, entre las obras sustraídas por “Erik el Belga” se encontraban seis pinturas al óleo sobre cobre de las que, hace años, se recuperó en parte la que representa a Santa Cecilia tocando el órgano y que se exhibe en la cámara acorazada de la Colegiata sobre una foto en blanco y negro del resto de la composición.

En concreto, la colección de seis pinturas recrea diferentes escenas bíblicas como el “Festín de Baltasar”, “Jesús y la samaritana”, la “Expulsión de los mercaderes del templo”, la “Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén”, “San Miguel Arcángel” y “Santa Cecilia tocando el órgano”.

Las pinturas, junto a otras obras de arte, fueron robadas del interior de la Colegiata, sustracción que fue denunciada ante la Guardia Civil el mismo día y, posteriormente, el juzgado de Toro procedió a incoar las diligencias previas.

De los cobres citados, por causas que se desconocen, el correspondiente a Santa Cecilia fue fragmentado, aunque se recuperó la “mitad derecha” que representa a un grupo de ángeles danzando, por lo que resta por localizar la otra mitad y que recrea la imagen de la santa tocando el órgano.

Las investigaciones iniciadas por la Dirección General de Bellas Artes y la Policía Nacional sobre las cinco pinturas que no habían sido recuperadas sirvieron para averiguar que las piezas habían sido vendidas y exportadas ilegalmente a Alemania.

Tras su recuperación, después de diversas gestiones judiciales, policiales y administrativas, las pinturas fueron depositadas en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid y, por orden de 16 de octubre, se llevó a cabo la cesión de los cobres a la Colegiata, en aplicación del artículo 29.3 de la Ley del Patrimonio Histórico Español.

En la mañana del 23 de diciembre, las cinco pinturas sobre cobre recuperadas fueron restituidas a la Colegiata y depositadas en la cámara acorazada.

Rivera de las Heras contempla las pinturas recuperadas en la cámara acorazada del templo M. J. C.

Cuatro de los cinco cobres, “Festín de Baltasar”, “Jesús y la Samaritana”, “Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén” y “Expulsión de los mercaderes del templo” comparten su reverso la firma “De Paz” seguida de otras tres letras que no han podido ser descifradas.

Las cuatro obras han sido atribuidas al pintor José de Paz Ribera, artista poco conocido que, en principio, nació en la década de 1680 y que, probablemente, se formó en la tradición madrileña del siglo XVII.

Por otra parte, Rivera de las Heras se refirió a cuándo y dónde se pintaron los cobres de la Colegiata recuperados y aventuró que podrían haber sido realizados por José de Paz durante su estancia en Toledo, entre los años 1724 y 1725.

Además, apuntó que la posibilidad de que los cobres fueran encargados por el doctor Fernando Merino Franco, hijo de Pedro Merino y de Catalina Franco, oriundo de Toro y canónigo del Cabildo primado, y que también recibió como obsequio del artista toresano Narciso Tomé la escultura de la Virgen del Transparente, realizada en barro cocido y policromado, que legó a la Colegiata de Toro en su testamento y que, quizá, recaló en la ciudad junto con las pinturas al óleo.

Sobre el quinto cobre, el dedicado a San Miguel Arcángel, se baraja la posibilidad de que fuera realizado por Cristóbal Vela Cobo, pintor jienense de formación manierista, que evolucionó hacia el naturalismo y que, en Córdoba, trabajó para el convento de San Agustín, la Catedral y el Hospital de los Santos Mártires Acisclo y Victoria, donde falleció por un desgraciado accidente doméstico en 1654.