Toro revivió ayer uno de los actos más emotivos de su Semana Santa: el solemne Miserere y la lectura del Manifiesto ante la imagen del Cristo del Amparo.

Hermanos de la cofradía, ataviados con capa, y fieles devotos pudieron reencontrarse con el Crucificado en La Colegiata, a la que ha sido trasladado por las deficiencias que presenta su sede canónica, la iglesia de la Trinidad, en la que está previsto ejecutar obras de rehabilitación.

Los tres párrocos de Toro participaron en el acto religioso organizado por la cofradía en la Colegiata, ante la imposibilidad de organizar la procesión que, desde 1991 en la noche del Lunes Santo, recorre las calles de la ciudad.

El párroco Jesús Campos se dirige a los cofrades y fieles congregados en La Colegiata M. J. C.

Tras la entonación del Miserere por parte de miembros de la Asociación La Mayor junto a la talla del Cristo del Amparo, el compositor toresano accedió al altar mayor de la Colegiata para proceder a la lectura del Manifiesto.

Recordó que, por segundo año consecutivo “no hemos podido seguir” el lento caminar del Cristo del Amparo por las calles de Toro, “a golpe de tambor destemplado, carraca y un bombardino tenue, sonido donde se recoge el aliento de todo un pueblo”.

En su alocución, Rivas se refirió al “maldito virus que ha cambiado nuestras vidas” y que, además de provocar dolor en “familias cercenadas”, genera miedo, rabia, impotencia e incertidumbre.

No obstante, aprovechó la solemne lectura del Manifiesto para reflexionar sobre otros “virus” con los que “convivimos a diario” como la falta de empatía, el egoísmo, la violencia o el racismo.

Miembros de La Mayor entonan el Miserere junto a la imagen del Cristo del Amparo M. J. C.

En un “año extraño”, Rivas imploró al Crucificado amparo para Toro y que “camine” al lado de los más necesitados, de los que se hayan sentido olvidados o de las personas que han perdido la sonrisa de unos rostros “camuflados por una mascarilla que, en muchas ocasiones, nos hace ser aún más invisibles”.

Por último, recordó a los que “nos dejaron” y pidió al Cristo del Amparo ayuda para “conseguir lo que debería ser nuestro principal propósito: ser mejores personas”.