Los toresanos revivieron ayer la tradicional fiesta de San Antón en la que volvieron a implorar protección para sus mascotas que, en tiempos de pandemia y especialmente para las personas que viven solas, se han convertido en los mejores compañeros de viaje. La actual situación de crisis sanitaria provocada por la tercera ola del COVID obligó a limitar el aforo de asistentes a la misa oficiada en la iglesia de Santa María de Arbas, durante la que el párroco, José Alberto Sutil, repaso algunos retazos de la vida de San Antón y en la que también recordó a las personas que sufren por la pandemia. A la eucaristía no faltaron los hermanos de la cofradía, cuya devoción es clave para mantener viva la llama de la fiesta y la tradición de honrar cada año al patrón de los animales.

Una vez concluida la eucaristía, el párroco solicitó a todos los asistentes que se dirigieran al exterior del templo para proceder, en un espacio abierto y al aire libre como la plaza de Santa María de Arbas, a la esperada bendición de los animales presentes en la fiesta, todos perros, y a la que acudieron acompañados por sus dueños.

Un momento de la misa de San Antón, con limitación de aforo. | M. J. C.

Por la actual situación de crisis sanitaria, la cofradía decidió suspender el popular reparto de “periquillos” o panes bendecidos que se dan de comer a los animales, aunque tampoco se pudo celebrar otro de los actos más esperados por los fieles devotos que, este año, no tuvieron la oportunidad de besar la reliquia de San Antón que se conserva en Toro. A pesar de las dificultades, la cofradía decidió mantener la tradicional “rifa” de San Antón en la que el agraciado ganará el valor de un “marranico” de aproximadamente 150 kilos. La papeleta agraciada será aquella que contenga las tres últimas cifras del sorteo de la ONCE celebrado en la noche de ayer. Todo el dinero recaudado con la venta de boletos para la rifa será destinado por la cofradía al mantenimiento y la restauración de la iglesia de Santa María de Arbas de la ciudad.