Con siete grados bajo cero, Joaquín Pérez abrió ayer las puertas de su bar, situado junto al Arco del Reloj de Toro, con la intención de prestar un servicio a los vecinos y comerciantes de la zona, pero limitado al espacio de su terraza. Las nuevas restricciones impuestas por la Junta para intentar frenar la propagación de la tercera ola del COVID afectan de lleno al sector hostelero, uno de los puntales de la economía en Toro, que por tercera vez desde que fuera declarada la pandemia, tiene que adaptarse a unas circunstancias adversas que, para algunos negocios, puede suponer el cierre definitivo si no reciben ayudas directas. Pérez es uno de los pocos hosteleros del entorno de la Plaza Mayor que ayer abrió su local, con el objetivo de ofrecer un servicio que agradecieron todos aquellos comerciantes y vecinos que, a pesar de las bajas temperaturas, se sentaron en la terraza exterior del establecimiento.

“A los clientes hay que hacerles una estatua más grande que la Colegiata”, apuntó Pérez, quien agradeció el “apoyo humano” de los toresanos que, a pesar de las restricciones y el intenso frío, acudieron ayer a los bares abiertos para “ayudar” a uno de los sectores más azotados por la pandemia. Reconoció Pérez que, a nivel personal, comprende la necesidad de adoptar medidas para preservar la salud, pero también considera que en el ámbito sanitario es imprescindible mejorar la gestión, en cuestiones como agilizar la administración de la vacuna. No obstante, precisó que las limitaciones impuestas a los hosteleros afectan también y de forma directa a otros sectores del tejido productivo como las empresas de distribución de bebidas, el comercio o a las bodegas de Toro que elaboran vino, entre otros.

Duarte Ramos recoge la vajilla acumulada en la barra interior de su negocio hostelero en Toro. | M. J. C.

Aunque más de la mitad de los bares de la ciudad levantaron ayer sus trapas, varios hosteleros reconocieron que “están al límite” y que la única opción que les queda es “abrir para intentar sobrevivir” con los ingresos que, al menos durante dos semanas, solo podrán obtener en las terrazas. Este es el caso del hostelero Duarte Ramos, quien reconoció que “he decidido abrir porque no nos dan ayudas y no tengo más remedio si quiero comer”. De Ramos tampoco se olvidaron los clientes de “todos los días” que ayer consumieron en la terraza de su bar y que, una vez más, “están respondiendo, porque saben por lo que estamos pasando”. Para este hostelero las limitaciones que ha impuesto la Junta pueden suponer la “puntilla” para muchos bares de la ciudad que, en algunos casos, además de ver mermados sus ingresos han tenido que realizar una importante inversión para adecuar sus terrazas o afrontar el gasto diario de las estufas instaladas en su interior y que rebasa los 25 euros.

“La primera vez que cerraron los bares nos picaron, la segunda nos apuntillaron y en la tercera nos han clavado la espada”, aseguró Ramos, quien subrayó que “la hostelería mueve todo” y que es uno de los eslabones básicos de una cadena que engloba a otros muchos sectores. De otro lado, instó a los políticos a “ponerse en la piel” de los hosteleros que, además de ver mermados sus ingresos, han tenido que recurrir a expedientes de regulación temporal de empleo o a despedir a sus trabajadores, “pero de eso no se da cuenta nadie”.

Álvaro Martín (derecha) saluda a dos clientes en su terraza. | M. J. C.

Por otra parte, Álvaro Martín afronta el futuro con incertidumbre y pesimismo, porque la imposición de nuevas restricciones al sector también afecta a los hosteleros a nivel psicológico. “Estamos desesperados”, aseveró Martín, quien reclamó un plan de rescate en forma de ayudas directas para el sector, porque “necesitamos liquidez para poder sobrevivir”, ya que otras medidas como préstamos ICO “son un parche y solo provocan que nos endeudemos más”. Asimismo, reconoció que no comparte las medidas adoptadas para intentar contener la tercera ola del COVID, porque “los bares son el gremio que más cuidamos al cliente”.

Como otros muchos hosteleros, Martín ha tenido que reinventarse y además de su terraza, situada junto a la Colegiata, ofrece un servicio de comida para recoger en su local con el que espera obtener los ingresos necesarios para “poder sobrevivir”. En su caso, el reencuentro diario con sus “fieles clientes” es el único motivo que le aporta la fuerza necesaria para seguir luchando. Aunque más de la mitad de bares de Toro abrieron ayer sus puertas con las nuevas condiciones, otros hosteleros optaron por mantener cerrados sus negocios o retomar la actividad solo durante el fin de semana, a la espera de que en las dos próximas semanas mejore la evolución de la pandemia.