La alegría que cada año se respira en la pradera aledaña a la ermita del Cristo de las Batallas fue sustituida ayer por el respeto con el que los toresanos revivieron la fiesta del patrón Toro que, por la pandemia del coronavirus, tuvo que limitarse al ámbito religioso. Aunque a finales de abril la cofradía anunció con tristeza y resignación la suspensión de la fiesta, la flexibilización de las restricciones y la reanudación del culto con aforo limitado permitieron abrir de par en par las puertas de la ermita del Cristo de las Batallas para que los devotos pudieran profesar, en un ambiente de intimidad, su devoción a la imagen del patrón de Toro durante las misas oficiadas el Lunes de Pentecostés.

Desde las 8.00 horas los incondicionales devotos de la imagen asistieron a las eucaristías oficiadas hasta las 13.00 horas y en las dos celebradas por la tarde en la ermita, aunque a diferencia de pasadas ediciones de la fiesta no pudieron acompañar al Cristo de las Batallas durante la procesión ni disfrutar de una jornada de convivencia en la pradera que, por precaución, fue acordonada por decisión del Ayuntamiento de Toro para evitar acampadas o reuniones que excedieran el límite de diez personas fijado para la fase 1 de la desescalada. El presidente de la cofradía, Fernando Roldán reconoció el Cristo de las Batallas "es una fiesta de devoción", por lo que aquellos toresanos que sienten fervor por la imagen del patrón pudieron participar en las diferentes misas durante las que se adoptaron estrictas medidas de seguridad, con el fin de que la celebración pudiera desarrollarse de acuerdo a las directrices marcadas por las autoridades sanitarias.

Durante toda la jornada el aforo de la ermita se limitó a un máximo de 50 feligreses y 20 cofrades, que cubrieron su rostro con mascarilla y se lavaron las manos con geles hidroalcohólicos dispuestos en la entrada. Para velar por el obligado cumplimiento de las normas, abades, mayordomos y escribanos de la cofradía se encargaron por turnos de organizar el acceso al interior del templo y los feligreses ocuparon los lugares señalados en cada banco con un distintivo ideado por las parroquias de la ciudad. Para garantizar la seguridad de los asistentes el interior de la ermita fue desinfectada al finalizar cada eucaristía, mientras que los bomberos de Toro fumigaron el exterior.

Muchos asistentes a las eucaristías programadas se llevaron de recuerdo, tras depositar un donativo en una urna, una postal de la venerada imagen al que implorarán protección y, en tiempos de pandemia, salud para familiares y amigos. Los donativos recogidos en la urna serán donados por la cofradía a "paliar situaciones de precariedad" y ayudar a colectivos desfavorecidos afectados por la crisis. De hecho, la solidaridad fue una de las palabras más repetidas en las homilías de las diferentes misas, en las que los párrocos aludieron a la importancia de ayudar a los demás y, especialmente a los más necesitados, para, entre todos, "construir una sociedad mejor". Sin duda, uno de los momentos más emotivos de la fiesta se vivió durante la última eucaristía que fue oficiada en recuerdo de los cofrades difuntos y de las víctimas que la pandemia se ha cobrado en la ciudad. Tras el sencillo pero sentido homenaje, varios cofrades bajaron la imagen del lugar que ocupa en el altar mayor y la trasladaron hasta la puerta trasera de la ermita desde la que se celebró la bendición de la vega y de la ciudad de Toro.

El "miedo" y el temor a un posible contagio restó afluencia a la celebración de la fiesta y muchos devotos optaron por no desplazarse hasta la ermita aunque, durante toda la jornada tuvieron muy presente la imagen del Cristo de las Batallas. Los que decidieron acercarse a la ermita fueron testigos de una estampa inusual al contemplar una pradera silenciosa y desierta que este año no ha podido ser el punto de reencuentro de amigos y familiares en una romería enraizada en la tradición y la historia de Toro.

La talla del Cristo de las Batallas, de autor anónimo y a la que se relaciona directamente con la Batalla de Toro librada en 1476, fue restaurada en el año 2009. La eliminación de repintes o la retirada de la peluca, la corona de espinas y un faldón rojo fueron algunas de las actuaciones ejecutadas durante la restauración de la imagen. Al Cristo de las Batallas se le atribuyen numerosos milagros y muchos fueron plasmados en una amplia colección de exvotos que se conservan en la iglesia de San Sebastián de los Caballeros.