Trece días de confinamiento en toda España, no solo en las ciudades, sino también en pueblos pequeños como los del Alfoz de Toro. La incidencia de la pandemia parece mayor en las urbes, pero el mundo rural tampoco se libra y sus habitantes son muy conscientes y cumplen escrupulosamente -la mayoría- con la cuarentena y todas las medidas impuestas de forma excepcional para frenar la curva de contagios de COVID-19. La mayoría de los habitantes de estos municipios son gente de avanzada edad, y quieren protegerse. "Tenemos miedo, claro que cumplimos el confinamiento", resume Gregorio Pascual, alcalde de Vezdemarbán.

Ha pasado un mes, que parece un año, desde que un equipo de sanitarios cubiertos totalmente con equipos individuales de protección apareció en la calle principal de este municipio para llevarse a una niña que presentaba síntomas de este coronavirus. Fue una falsa alarma, pero ahora el virus sí está presente en otras localidades vecinas y todo Vezdemarbán cumple con el aislamiento. Solo durante unas pocas horas de la mañana se pueden ver personas con la calle, siempre van con bolsas porque se dirigen al supermercado local o a la panadería, pero no se forman corrillos en los establecimientos, la cola se hace en la calle y se guarda una distancia de dos metros, a veces más, entre cliente y cliente. Por las tardes no se encuentra ni un alma, y las pocas ocasiones en que un par de insolidarios han decidido que era una buena época para salir de paseo la Guardia Civil ha actuado a petición del propio alcalde.

También se nota en las carreteras de la comarca la práctica desaparición del tráfico. Se ven más tractores que vehículos y es que el confinamiento ha pillado "en plena campaña", como recuerda el alcalde de Peleagonzalo, Francisco Calvo. Ellos no solo deben seguir atendiendo sus cultivos por su propio interés económico, sino para seguir alimentando a la población.

El resto del tiempo, los habitantes de un pueblo como Peleagonzalo están confinados en casa, "el 99% de la gente respeta el confinamiento, solo se sale a la farmacia o a comprar". Las dos tiendas de alimentación de esta localidad han reducido su horario al justo para que los 250 habitantes de este municipio puedan comprar lo básico, una cierra a las 11.30 horas y la otra lo hace una hora después. El único momento de alegría que se comparte con los de fuera de casa son los aplausos desde la venta a las ocho de la tarde. Incluso en algunas calles hay vecinos jóvenes que se encargan de poner música a esa hora para que la gente recuerde asomarse a dar su apoyo a los sanitarios, cuerpos de seguridad y demás profesionales que luchan contra la pandemia.

En las localidades más pequeñas, como Abezames, no hay tiendas de alimentación y los habitantes de mayor edad, que ya no conducen o que prefieren no arriesgarse a desplazarse lejos en días como estos -hacen bien-, confían en la solidaridad de vecinos más jóvenes que les "hacen el recado" de traerles desde Toro los productos que les faltan. "Casi nada, porque aquí la gente suele tener la despensa llena", explica su alcalde, Donato Rodríguez. Por las calles no se ven ni coches ni peatones, cuando sí salen es cuando llega el panadero, "pero se procura no hacer tumulto". También hay dos vendedores ambulantes que hacen parada en la localidad cada semana, un servicio necesario para los pueblos más pequeños de la España Vaciada, también en estos tiempos de confinamiento por la crisis sanitaria.

El ruido que, al menos una vez a la semana interrumpe el silencio que reina en estos pueblos es el de las máquinas que desinfectan las calles, en algunas localidades cada semana, en otras aún con más frecuencia. La colaboración de los agricultores ha sido clave en muchos sitios, ya que han prestado sus tractores y sus cubas que permiten completar la limpieza en cuestión de minutos. Así se ha hecho en Peleagonzalo, con el tractor del vecino Diamantino, o en Malva, con la ayuda de Víctor, José Julio y Oscar. Es recomendable hacer especial hincapié en la desinfección del entorno de las tiendas, donde cada mañana se forman colas para comprar el pan o algo de comida, y también alrededor de las residencias de ancianos para prevenir que alguno de los trabajadores meta el virus dentro del recinto. La Mancomunidad Norte Duero se está encargando de desinfectar los contenedores de basura, de lo contrario podrían llegar a ser un foco de infección.