La algarabía propia de los carnavales se tornó ayer en tristeza porque los toresanos tuvieron que despedir una fiesta por las que sienten especial predilección, ya que les permite dar rienda suelta a su imaginación e ingenio y, sobre todo, compartir con vecinos y turistas, su buen humor y ganas de disfrutar. La ciudad despidió ayer a Don Carnal para dar la bienvenida a Doña Cuaresma con el tradicional entierro de la sardina, espectáculo que fue dirigido por el grupo "Rurro Teatro".

El cortejo fúnebre partió de la plaza de San Francisco y, al ritmo de la música interpretada por la charanga "El Flow" completó el recorrido habitual, aunque durante el desfile los participantes y las desconsoladas plañideras realizaron las pertinentes paradas para dar buena cuenta de los alimentos y bebidas con los que les obsequiaron las murgas carnavaleras. Desde una vistosa carroza, en la que fueron trasladadas dos sardinas de diferentes tamaños, el falso obispo, acompañado en esta ocasión por un joven disfrazado de Papa, repartieron las bendiciones. Tras completar el recorrido habitual, el desfile concluyó en la Plaza Mayor en la que aguardaban numerosos toresanos para contemplar de cerca la triste incineración. Las dos sardinas fueron colocadas en el soporte de madera instalado en la Glorieta y, en pocos minutos, el fuego logró reducir a cenizas uno de los símbolos de los antruejos. Para aliviar la tristeza de la despedida, los toresanos fueron agasajados con una sardinada maridada con vino de la tierra.