A sus 103 años, Guillermina Conejo Villamarín goza de una salud envidiable y de una alegría que contagia a los compañeros y trabajadores con los que convive en la residencia "Los Olivos" de Morales de Toro. El día de San Valentín cumplió 103 años y, además de soplar las velas de la tarta, entonó canciones que marcaron su vida, con las que arrancó una sonrisa a todos los invitados a su fiesta. Conejo nació en 1917 en Villardondiego, municipio que el pasado año le rindió un homenaje al que asistió parte de su familia, integrada por seis hijos, 18 nietos y otros tantos bisnietos. En noviembre ingresó en la residencia en la que, como reconoció, recibe los cuidados que necesita para seguir cumpliendo años, así como mucho cariño. Mantiene intacto su optimismo y una salud de hierro porque, después de más de un siglo de vida, no toma ni una pastilla y espera "vivir más años que Matusalén".