Cinco décadas después, los quintos de 1970 de Toro regresaron ayer a la iglesia de Santa María de Arbas para rememorar una fiesta inolvidable y para compartir una jornada de fraternidad en la que evocaron recuerdos que, para siempre, guardaran en su memoria y en su corazón. En la conmemoración de su 50 aniversario, los quintos de 1970 asistieron a la tradicional eucaristía, oficiada por el párroco Jesús Campos. Una vez concluida la misa,el presidente de los 20 quintos que participaron en la fiesta, Santiago Alonso, leyó un emotivo discurso durante el que recordó que, en una jornada tan especial, "todos tenemos un objetivo común: estar juntos y disfrutar".

Subrayó Alonso que muchos de los quintos de 1970 han tenido que luchar para superar enfermedades y para resolver problemas familiares o laborales, "pero todos coincidimos en que tenemos una vida por delante y, a pesar de nuestra edad, somos jóvenes".

En un día de fiesta tan especial, los quintos recordaron a sus padres a quienes agradecieron que les inculcaran valores tan importantes como la educación o estimar a las personas "por lo que son y no por lo que tienen" y, sobre todo, "por enseñarnos a ser felices y por el inmenso amor al que solo podemos corresponder amando de la misma forma a nuestras mujeres, a nuestros hijos y hermanos".Acto seguido, los quintos de 1970 rindieron un emotivo homenaje a los compañeros fallecidos con la entonación de "La muerte no es el final". El recuerdo dio paso a la alegría y los quintos evocaron su gran fiesta cantando la copla que ya entonaron hace cinco décadas. La jornada festiva prosiguió con el aperitivo previo a la recepción en el Ayuntamiento, durante la que la teniente de alcalde, Ángeles Medina, destacó la importancia de mantener tradiciones tan arraigadas en Toro como la fiesta de los quintos y alabó el "gesto" de invitar a sus esposas a una celebración a la que las mujeres no podían asistir hace cinco décadas. La fiesta fue clausurada con una comida y baile.