La misa de fiesta que cada 8 de septiembre se oficia en la ermita de la Virgen del Canto permite a los toresanos reencontrarse con la venerada imagen de su Patrona y, por este motivo, cada año concita el interés de numerosos feligreses que, tanto en el interior como en el exterior del pequeño templo, comparten diversos sentimientos como alegría, fervor o devoción. Estos sentimientos también han calado hondo en el párroco José Luis Miranda que el próximo domingo se despedirá de los feligreses toresanos, antes de trasladarse a su nuevo destino: el Arciprestazgo de Tierra del Vino.

Por este motivo, en su última homilía de la solemne misa dedicada a la Virgen el Canto, Miranda esbozó un primer mensaje de despedida durante el que reconoció la dificultad que entraña realizar un balance de los diez años que ha permanecido en Toro al servicio de los feligreses y de "la ciudad a la que llegué y la que dejo". Reconoció Miranda que, con el paso de los años, Toro no es ajeno al "gran mal" de la provincia, en alusión al envejecimiento de la población, aunque también resaltó que, durante el último año se han registrado más nacimientos, lo que supone un aliento contra la sangría demográfica. Incluso resaltó que, durante la presentación de los niños ante la imagen de la Virgen del Canto celebrada el pasado sábado, una de las pequeñas participantes ha sido bautizada con el nombre de la Patrona. En su homilía, el párroco también recordó que, hace diez años, Toro se había marcado como objetivo llegar a los 10.000 habitantes, una meta "difícil de alcanzar" en la actualidad, porque la población censada no supera los 9.000 vecinos.

A pesar de estos aspectos negativos, el párroco incidió en que, después de la crisis económica a la que no ha sido ajena Toro, la ciudad parece que "remonta el vuelo", como así lo reflejan "indicadores positivos y halagüeños". Durante su alocución, el párroco también aludió a la falta de vocaciones y a la reducción de sacerdotes, aspecto que prefirió valorar desde un punto de vista positivo y como "una oportunidad de renovación" porque, a su juicio, "es la hora del despertar de los laicos porque, aunque es bueno que haya sacerdotes, vosotros (en alusión a los feligreses) tenéis mucho que aportar". Al margen de este primer balance de su "misión" en Toro antes de su despedida oficial, Miranda subrayó que, el 8 de septiembre, se celebra la fiesta de cumpleaños de "nuestra madre", una fiesta que, este año, al coincidir con un domingo ha permitido que los toresanos que trabajan o residen fuera hayan podido asistir a los actos organizados para honrar a la Virgen del Canto. En su última misa de fiesta, Miranda ofició la eucaristía junto a otros sacerdotes con los que compartió una ceremonia religiosa inolvidable y que fue el preludio de su despedida definitiva el próximo domingo. Como manda la tradición, la eucaristía concluyó con la entonación del himno dedicado a la Virgen del Canto que los toresanos interpretan cada año desde el más profundo sentimiento de admiración y veneración a su Patrona.

La fiesta de la Virgen del Canto prosiguió por la tarde con el certamen de bailes tradicionales y con el concierto ofrecido por otro de los emblemas de la ciudad, la Banda de Música La Lira. Bajo la dirección de Víctor Teresa, durante el esperado concierto en honor de la Patrona, los músicos de la Banda La Lira interpretaron un variado repertorio con el que, una vez más, cautivaron a sus fieles seguidores. El concierto dio paso a la concentración de peñas en la Glorieta para cumplir con la tradición de retirar sus banderas y pañuelos de la balconada del Ayuntamiento, en la que han permanecido durante más de dos semanas para recordar a toresanos y visitantes que la ciudad estaba inmersa en la celebración de sus fiestas de San Agustín y la dedicada a su Patrona. Una gran traca sirvió para clausurar los festejos, aunque en poco más de un mes, Toro revivirá otra de sus celebraciones más importantes: la fiesta de la Vendimia.