Boris Olivas y Alberto Ruffoni inciden en señalar que "en España hay una tendencia a la mayor frescura. Las bodegas van buscando una mayor expresión de la fruta y no tanto de la madera, y no tanta madurez, sobremadrurez y tanto alcohol. Buscan la fruta más roja y más viva, y el trago más fácil".

Reparan ambos en que "el cambio climático se nota en que el grado va subiendo, en la Rioja de forma notoria". Ante esta situación, exponen, "quizás lo más difícil para el viticultor y lo que más dolores de cabeza le da es conseguir que la uva que entra tenga una maduración alcohólica compensada con la maduración fenólica, lograr que el grado de alcohol esté equilibrado con el color, las expresiones aromáticas, el tanino. Todo tiene que madurar: tanto piel, pulpas, cepas en viñedo, que todo esté bien maduro en el tipo de la vendimia y, en España, se complica con el cambio climático porque la tendencia es que la maduración alcohólica ocurra antes que la fenólica".

Respecto a las posibles soluciones a este problema ponen de relieve que "hay técnicas para quitar sol, elegir lugares más fresco, buscar microclimas, buscar alturas y en las variedades que se usan. Hay muchas opciones, tanto en viñedo como en bodega". Subrayan que "es un momento muy bonito para la gente que guste el vino. Es la última tendencia del siglo XXI. No obstante, remarcan que "en el mercado todavía hay una representación de todos los estilos, el vino más concentrado del que puede ser representativo el vino de Toro, el más clásico, como el riojano... Hoy día en el mercado todos los estilos de vino tienen su consumidor y es positivo para la diversidad del mundo del vino".

"Es un no parar y de buscar nuevas maneras de adaptarse" afirman Olivas y Ruffoni.