Ves como llegan al redondel de los sudores: engallados, sacando pecho, repeinados, con gomina hasta los ojos y piensas: ¿y estos, de qué van? Son como una estampa amarilla, fuera de tiempo, que ha empalidecido por los rigores inmisericordes del almanaque. Son guapos -y guapas- hasta el dolor, jóvenes, casi niños, con un trapo en las manos, un cacho de franela -¿dónde está el móvil?-, andan luciendo cadera, con parsimonia y se mueven con lentitud, como ajenos al mundo. Y esperan sin mirar el reloj. Y miran al cielo, buscando al cabrón ese que no deja de soplar y musitan como una oración?, en estos tiempos... Son aprendices de toreros, dice alguien. Pobrecitos, a quién se le ocurre con la que está cayendo.

Para esta tarde, a partir de las cinco, está anunciada la gran final del VIII Bolsín Taurino Tierras de Zamora. El escenario, inmejorable, la plaza de toros de Toro. El director de lidia será el torero de la tierra Alberto Durán, un maestro desaprovechado. Las reses que servirán para examinar a los finalistas son de la ganadería Hermanos Sánchez Herrero. La prueba, que ya ha entrado en los circuitos taurinos nacionales, tiene un mentor, el Foro de Zamora, y cuenta con la colaboración de la Diputación Provincial y los ayuntamientos de San Miguel de la Ribera, Guarrate, Fuentesaúco, El Pego y Toro. Los finalistas de hoy han pasado varios filtros y han demostrado su valía en tentaderos organizados en los pueblos colaboradores.

Esta especie que se nos ha dado por genética, condición y tiempo se ha empeñado desde siempre en complicarse la vida, ¡cómo si la existencia no fuera un hilo de saliva en medio de un temporal! Hemos sobrevivido por casualidad y si estamos aquí es porque nuestros antepasados han sido los que más han matado o los más hábiles en buscar refugio y esconderse de los más despiadados. Con la modernidad todo ha cambiado y la propensión del ser humano hacia la tragedia se ha escondido entre bambalinas. ¡Pues, oye, qué todavía hay a quien gusta airear las miserias y sacar a relucir la sangre, como si todavía quedara algo en nuestro mundo sin estar arropado por el plástico!

No se entiende que todavía queden jóvenes con ánimo de ponerse delante de un astado, de buscar redimirse de una culpa inexistente, de exponer lo más preciado con el fin de domeñar a un animal totémico, que ya nada tiene que ofrecer más que su estampa. No se entiende que en estos tiempos de artificiosidad, donde ya nada se mide en lunas y sí en algoritmos (extraños seres que no tienen geografía, pero sí inteligencia) haya todavía quien quiera ser matador, un concepto antañón, cuajado de contradicciones y connotaciones casposas, lo más alejado del brillo del plexiglás con el que la vida actual nos obliga a vestirnos cada día.

Oficio de pobres

Resulta inexplicable que todavía haya un puñado de jóvenes, casi niños, que mantengan la vista puesta en la tauromaquia como modo de vida y expresión. Son tantas las distracciones, los motivos para mirar a un lado y otro del camino, repleto de luces de neón, que milagro parece que quienes tienen todo por hacer se fijen en un modelo pasado de moda y despreciado por una parte importante de la sociedad actual.

Hace años, durante buena parte del siglo pasado, ser torero era símbolo de triunfo, la manera más corta para los humildes de salir de la miseria. La tauromaquia era oficio de pobres, que en cuatro zancadas podían cambiar de posición si jugaban bien las cartas y contaban con la alianza de la fortuna. Y si no, al menos se probaba y se entraba hasta la boca del túnel de cristal en el que vivían las figuras, los privilegiados del arte de Cúchares. Era una manera distinta de enfocar el porvenir, aunque siempre estuviera vigilada por el riesgo y el miedo al dolor y la muerte.

Hoy todo ha cambiado. Los modelos de vida nada tienen que ver con los de antaño, más ligados a lo rural. Hoy impera el universo de los símbolos, casi nada es real y todo se mueve bajo una pátina de puro artificio, aunque al final el dolor es el mismo de antes, porque está en la condición del ser humano. Por eso las contradicciones son aún mayores y los problemas entre lo vivido y lo deseado hacen más sangre. La vida urbana ha cambiado hasta las distancias y el horizonte ya no se ve al final del camino porque está en cada esquina, esas en las que aparecen flotando imágenes de un mundo irreal pero atractivo, que aparece, brillante, cuando abrimos cualquier ventana digital.

Respuesta difícil

Si le preguntáramos a los jóvenes que hoy, en Toro, se pondrán delante de un animal que tiene como condición guardar su territorio, los motivos por los que están aquí, participando en el bolsín de Zamora, a pesar de que sus amigos los miran mal y que tienen que lidiar día a día con unas pautas sociales distintas a las suyas, que condenan de antemano a quienes no siguen los caminos trillados y se dejan airear por el pasado, nos dirían seguramente que no saben y que se mueven por la necesidad de expresar algo que llevan dentro, pero que no tiene forma ni perfil apreciable. Es difícil traducir en palabras un deseo que viene de abajo, de donde los huecos se juntan con la tierra.

Nadie sabe, porque cada vez el entendimiento es más espeso, lo que va a ocurrir con la tauromaquia, pero no corren buenos tiempos. La sociedad actual se rige por las leyes que se aprueban en los parlamentos urbanos, donde impera una cultura nueva que nada tiene que ver con los valores rurales, esos que han regido el mundo durante miles de años. Las mayorías aplastan a las minorías y ahora más que nunca porque se ha perdido el respeto por el diferente.

Quizás si del bolsín de Zamora sale alguna figura del toreo sea ya de las últimas que entienda la tauromaquia como siempre ha sido, una manera de domeñar a un animal usando técnica e inteligencia, proceso del que trasciende, a veces, eso que hemos convenido en llamar arte, o emoción, o lo que sea. Seguramente el toreo, como ahora lo entendemos, se va a acabar y surgirá otra cosa, que todavía es difícil de atisbar. O puede ser que todo se termine y pase a ser un recuerdo. Estamos en ese periodo en el que todo es posible. O nada.

Cultura animalista

La cultura animalista, para bien o para mal, va a más porque así lo quiere la evolución de la humanidad, que ya se mueve al ritmo de las máquinas y no de las bestias. Y junto a esta cultura animalista viaja un tren de intereses económicos en el que tienen asiento de lujo los que desean enriquecerse con los nuevos gustos. Es inevitable.

Pero lo que sí tienen que saber los chavales que esta tarde torean en Toro es que los enemigos más efectivos de la tauromaquia no son los animalistas ni los asesores proteccionistas que impregnan las leyes de la nueva filosofía. Son algunos de los que se esconden en los pliegues de la fiesta nacional, esos que están exprimiendo el presente como si no hubiera un mañana.

Los jóvenes que participan en las tientas del bolsín de Zamora se merecen un respeto porque tienen ilusión y se la están jugando a cambio de casi nada. Ser torero hoy día no es fácil ni cómodo. Hay que ir contracorriente y sortear las dentelladas de muchos cocodrilos que lo que buscan es aprovecharse de los restos del naufragio. Honor para quienes quieren parar el tiempo con una muleta. ¡Qué Dios reparta suerte!

Ayer tarde en El Pego tuvo lugar una tanda de lidia donde se torearon vacas de Sánchez Herrero, iguales de presentación y un poco flojas de fuerzas, que fueron perdiendo fuerza en las faenas, según informa Carmen de Toro. Se dio la ausencia a última hora del novillero Yerai Gómez por lo que solo han tentado animales siete novilleros.

Los finalistas para el VIII Bolsín Taurino Tierras de Zamora son Álvaro de Chinchón, Estrella Magán, Fabrio Jiménez, Francisco Javier Illangas, Javier Adán, Javier Poley, José Manuel Serrano, José Manuel Romero, Mario Arruza y Raúl Puebla.