Los toresanos cambiaron ayer los disfraces, el maquillaje y las máscaras que han lucido con orgullo en los último cinco días por el luto para despedir, con el rigor que merece, a Don Carnal y dar la bienvenida a Doña Cuaresma. Aunque las despedidas siempre están marcadas por la tristeza y la nostalgia, los carnavaleros toresanos convirtieron el tradicional entierro de la sardina en una fiesta, en la que volvieron a demostrar que saben extraer el lado positivo de cualquier acontecimiento, porque son conscientes de que una celebración tan arraigada en la ciudad como las carnestolendas merecía un digno final.

La plaza de San Francisco de Toro se convirtió, un año más, en el punto de encuentro de los integrantes del cortejo fúnebre que, con evidentes síntomas de tristeza y desasosiego, esperaron el inicio del emotivo desfile por las calles de la ciudad. La charanga "Los trotamúsicos" fue la encargada de marcar el ritmo del desfile del cortejo fúnebre, del que formó parte un nutrido grupo de toresanos que, durante todo el recorrido, mostró abiertamente su tristeza por tener que despedir a Don Carnal. Una pequeña sardina portada a hombros por jóvenes abrió el desfile, aunque el público congregado a lo largo del recorrido también pudo recibir las bendiciones del falso obispo que viajaba en una carroza junto a una vistosa sardina de gran tamaño, parodia que, una edición más, recreó el grupo "Rurro Teatro".

Durante el desfile, los participantes también realizaron las tradicionales paradas para ser consolados en tan triste despedida y recuperar fuerzas y energía, después de cinco días de intensa fiesta, con los alimentos y las bebidas que repartieron las murgas carnavaleras de la ciudad. El animado desfile finalizó en la Plaza Mayor de Toro donde, a pesar del acusado descenso de temperaturas y del viento, esperaban numerosos ciudadanos para sumarse al último acto festivo y para contemplar, con cierta nostalgia, la tradicional incineración de las dos sardinas que protagonizaron el desfile y que fueron colocadas sobre un soporte de madera en La Glorieta.

Al calor de las llamas, que en todo momento y por las fuertes rachas de viento fueron vigiladas por los bomberos para evitar posibles incidentes, muchos toresanos rememoraron los inolvidables momentos vividos durante el carnaval en compañía de amigos y familiares y, en tan triste despedida, fueron consolados con una sardinada popular maridada con vino de Toro. En total, durante la degustación popular se repartieron 800 raciones de sardinas entre los toresanos que esperaron la larga cola que se formó en las inmediaciones del Ayuntamiento, aunque para muchos la ingesta de este pescado en el último día de las fiestas de carnaval se ha convertido en una tradición. Algunos establecimientos hosteleros de la ciudad también obsequiaron a sus clientes con sardinas para que el amargo trago de despedir el carnaval fuera menos doloroso. Con el tradicional entierro de la sardina, la ciudad cerró unos carnavales en los que los toresanos han vuelto a demostrar que se sienten muy identificados con esta fiesta, que se superan cada año en imaginación e ingenio y que las horas empleadas en ensayos, en la preparación de los disfraces, han merecido la pena. Para el recuerdo quedan ya los desfiles, los concursos de parodias, coplas o imitaciones o el inolvidable pregón de "Ordax y sus chicas".