Paco Cañamero se ha servido de su oficio periodístico para disfrutar y ganarse la vida con sus dos grandes pasiones: el fútbol y la tauromaquia. Escritor estajanovista, su obra se extiende por un total de 29 libros, con especial atención a los géneros literarios de la biografía ("Vicente del Bosque: el triunfo de los valores", 2014) y el ensayo ("Mi verdad del toreo", 2013). En esta ocasión, este autor salmantino se lanza al ruedo con "Tauromaquias de Castilla", un repaso histórico a los grandes toreros de Castilla y León en el siglo XX. Anoche, el hotel María de Molina acogió la presentación de dicho libro -organizada por la peña "La Verónica"-, en la que participaron los maestros del toreo Pascual Mezquita y Alejandro Marcos.

-¿Castilla y León es la gran olvidada dentro del mundo del toro?

-Sin duda. En nuestra región, con especial atención a Zamora, existe un legado histórico de grandes toreros, figuras incluso, a los que no se les ha dado el reconcomiendo que su carrera merece. Espero que este libro sirva de escaparate para mostrar todo aquello que aportaron al toreo, así como la impronta indeleble que dejaron en el mismo.

-Si recordamos a grandes toreros instintivamente pensamos en aquellos nacidos de Despeñaperros para abajo, pero usted con este libro afirma que los matadores castellanos tienen algo que decir a eso.

-Julio Robles, Roberto Domínguez, Andrés Vázquez...todos tienen algo que decir. Hablamos de maestros poderosísimos, variados y de importancia capital en el toreo de la época que nada tienen que envidiar a figuras de cualquier otra zona geográfica. En Castilla y León han nacido algunos de los prebostes de la tauromaquia del pasado siglo.

-Algunos de los cuales son naturales de la provincia de Zamora.

-Sí, a ver si consigo acordarme de todos en orden cronológico. El primero de todos los diestros zamoranos que aparecen en el libro es Félix Rodríguez II, natural de Fuentelapeña. Se estableció en Colombia y fue el gran impulsor de la tauromaquia en este país. Fundó una ganadería y le dio el nombre de su tierra natal: Fuentelapeña. Era tal el cariño que guardaba por su tierra que condicionó la venta de la ganadería a que mantuviera el nombre original durante al menos los próximos 50 años. Lorenzo Pascual de Monteño, oriundo de Belver de los Montes y muy famoso durante la posguerra, fue otro torero zamorano que rubricó su trayectoria en tierras americanas. Tenemos también a Andrés Vázquez, todo u pedestal del torero castellano; el poderosísimo José Luis Barrero, quien derivara en banderillero gran parte de su alternativa; Víctor Manuel Martín, de El Cubo del Vino, desarrolló su carrera en la Barcelona de la década de los 60; y Pascual Mezquita, maestro torero muy querido en todas las plazas y especialmente considerado en el Madrid de finales de los 80 y principios de los 90.

-¿Qué rasgos caracterizan al torero castellano?

-El diestro castellano destaca por su sobriedad. Puro, sin concesiones. Su arte derrocha verdad, pureza y torería. En otras regiones son más dados a lo que podríamos denominar como vender el toreo; no es el caso del matador nacido en tierras castellanas. No obstante, estas distinciones se están diluyendo en lo que yo denomino la "globalización" del toreo y a la que tanto están contribuyendo las escuelas taurinas, las cuales considero que hacen más mal que bien al mundo de las reses bravas.

-¿A qué se refiere exactamente?

-A la falta de diversidad que se está promocionando desde las escuelas de tauromaquia. Antiguamente se podía reconocer la procedencia de un diestro únicamente observando las características de su toreo. Por ejemplo, el torero andaluz era más artista; el valenciano más pirotécnico, alegre, festivo; y el castellano era sobrio. Los matadores eran hijos de la idiosincrasia de su pueblo, pero ahora todos son iguales.

-Castilla y león, como el conjunto del país, ha experimentado un descenso en el número de festejos y cosos utilizados.

-El siglo XX fue el siglo del toreo, desde la primera hasta la última década. También en nuestra región. Zamora disfrutaba de la feria de San Pedro y de la feria de la Virgen de la Concha. Ahora ya sabemos que esto no es así, ya no se vive con tanto arte, pasión e ilusión. Quizás por ello el libro está escrito con añoranza, puesto que cualquier tiempo pasado fue mejor.

-Como aficionado, qué sensaciones le suscita la fastuosa irrupción de Roca Rey.

-Roca Rey es un torero genial, un revulsivo, la gran figura que nos ha ilusionado a todos y que nos tiene locos, pero también es verdad me gustaría verle con ganaderías y encastes más duros. Tiene que mirar a los grandes maestros, como Antonio Ordoñez; toreros de época que cada año hacían un par de gestas, con astados difíciles, lejos de posturas acomodadas.

-La nueva feria de otoño, en la que ganaderías y maestros se sortean, puede ser una forma de poner coto a las actitudes de ciertas figuras.

-El sorteo tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Una figura del toreo se ha ganado el derecho a mandar en su carrera. No podemos comparar el toreo con una competición deportiva. Aquí se juegan la vida. Lo que sí es cierto es que las figuras tienen que tener más compromiso. Tenemos figuras como El Juli o Enrique Ponce que están excesivamente acomodadas, abusando de su estatus y echando al público de las plazas. Han abusado con los toros afeitados, todos lo hemos visto, eso es vergonzoso e indigno de una figura de la escena.

-¿Cree usted que esta situación es fruto de la crisis de los apoderados y los ganaderos?

-Exactamente, porque la grandeza del torero es que el artista que sea artista, el apoderado apoderado y el empresario y el ganadero lo mismo. Si el apoderado hoy día se hace empresario y además ganadero nos encontramos ante un mal irreversible. Estas situaciones siempre desembocan en monopolios como el de la familia Matilla, únicamente preocupados de su interés crematístico, ajenos de si dicha ambición acaba con la emoción, que no es otra cosa que la esencia misma del toreo.

-¿No cree que el aficionado también comparte parte de la responsabilidad de que se haya consolidado este emporio donde solo tienen cabida las figuras?

-La afición como la conocíamos antes ha mutado. Ya no hay seguidores de los toros, sino aficionados a uno u otro torero; tenemos asistentes a las plazas que dicen "¡Yo soy de Morante!". Lo que no saben es que el verdadero aficionado, el que aprecia este arte por encima de todo, es aquel que tiene más toreros en la cabeza.

-Ante el creciente sentimiento abolicionista, con victorias importantes como es el caso de Cataluña, ¿se puede afirmar que la tauromaquia se encuentra en su peor momento?

-Históricamente en la fiesta ha habido momentos muy delicados. Antes de la llegada de Joselito y Belmonte el toreo en España estaba a punto de desaparecer, pero su llegara devolvió todo a su orden natural. Yo creo que esta situación se está volviendo a repetir y que teníamos a un diestro que podía haber devuelto la ilusión a la afición. Ese hombre fue José Tomás, a mí juicio el maestro más grande de este arte, pero dejó escapar el tren y se adhirió a la estela acomodada de los Ponce y compañía. Ahora nos encontramos ante el animalismo, un movimiento pujante ante el que el mundo del toro no está sabiendo responder contundentemente. También nos encontramos ante una crisis política, con un PSOE haciendo el ridículo y olvidándose de su pasado, que siempre estuvo ligado a la defensa y la promoción de la tauromaquia.