Un año más los magos de Oriente cumplieron a la perfección con su dura tarea de repartir regalos por todas las casas del mundo. Los niños toresanos se levantaron henchidos de emoción por conocer qué presentes les habían dejado sus majestades de Oriente. Los más madrugadores asomaban por las habitaciones de sus padres para darles la buena nueva: "¡Han llegado los Reyes!".

Galletas mordidas, vasos de leche bebidos, pisadas de camellos y un montón de presentes bajo el árbol. No había ninguna duda, por allí habían pasado Melchor, Gaspar y Baltasar cargados hasta los topes. Inmediatamente, los pequeños de las casas se lanzaron a desenvolver aquellos paquetes de todos los colores. Algunos incluso superaban el tamaño de sus receptores.

Este año, los juguetes estrella volvieron a parecer en las casas toresanas: figuras de acción, videoconsolas, peluches, scalextric, juegos de mesa, balones, camisetas de fútbol, carritos de bebé?

No obstante, y aunque los chavales son los verdaderos protagonistas de estas fechas tan entrañables, los magos de Oriente también se acordaron de los mayores de las casas de Toro. Padres, tíos y abuelos -es decir, esos señores que abren los regalos con mesura y sin romper el papel disfrutaron con libros, instrumentos de música, joyería o los sempiternos calcetines; sin embargo, y por la cara que ponía alguno viendo la emoción con la que los niños desembalaban sus presentes, parece que más de uno echó de menos aquella "Mansión de Cásper" que siempre se le olvidaba a Baltasar.

Por la tarde, con el roscón todavía en el estómago, los pequeños se apresuraron a salir al parque para disfrutar de sus nuevos juguetes. Pasan los años, pero las estampas de los niños pegando patadas al balón, haciendo volar a sus figuras de acción y probando trémulamente los patines que trajo el Rey Melchor siempre serán patrimonio de la tarde del 6 de enero.