La estigmatización de la pobreza, la concepción de la misma como un fracaso personal y no social y la vergüenza que ello acarrea en las personas que sufren dicha situación dificulta la labor de las organizaciones solidarias. Algunas familias, las que menos, acudieron a las sedes de Cruz Roja y Cáritas cuando detectaron un déficit de ingresos que convertía en inviable la subsistencia de su familia. La mayoría de unidades familiares que han salido de la situación de amparo social se corresponden a este prototipo.

Por otro lado, aquellas personas que acudieron a las entidades cuando las deudas eran desaforadas son las que están encontrando más dificultades para regresar a la senda de la autosuficiencia. Asimismo, estos perceptores de ayudas, al sentirse incapaces de cubrir todos sus adeudos aún con ayuda social, se encuentran moralmente desmotivados y algunos presentan cuadros clínicos de depresión.

Gran parte de las personas que actualmente se encuentran en situación de exclusión no son familias tradicionalmente pobres, sino que pertenecían a la llamada "clase media" y a raíz de la crisis económica perdieron sus trabajos, no pudiendo hacer frente a las deudas contraídas anteriormente.