Irene Guerrero, natural de Villafranca de los Barros (Badajoz), ingresó con tan solo 19 años en el convento de Zafra. Por aquel entonces, recién estrenada la década de los noventa, esta novicia de las carmelitas descalzas no podía imaginar que en sus manos descansaría la responsabilidad de compilar la historia de los 400 años del convento de San José de Toro, del que forma parte desde hace 15 años. Una tarea que se ha dado como resultado la publicación del libro "Carmelo de Toro. 400 años, 40 historias"; una obra en la que se relata, a través de los 40 capítulos escritos por el mismo número de monjas (bajo la coordinación de Irene), el día a día en el histórico cenobio durante sus cuatro siglos de vida.

-¿Son suficientes 40 relatos para resumir cuatro centurias de vida monacal?

-El libro no se ideó con la intención de crear un centón que desgranara la historia del convento paso a paso. Queríamos dar a conocer el Carmelo de Toro (que es como las hermanas se refieren al San José) a través de las personas que más profundamente lo han experimentado: sus monjas. El título es una mera licencia literaria, un juego de palabras que favoreciera la sonoridad del mismo. En este libro contamos cuarenta historias de hermanas que han vivido a lo largo de estos 400 años; cada una con su historia, su visión y su experiencia han ido componiendo lo que significa el Carmelo como residencia religiosa y la relación que le une a la congregación.

-¿Por qué se decidió a realizar este libro?

-La verdad es que fue una decisión comunitaria. Un libro nos parecía la mejor idea de dar a conocer nuestra orden aprovechando que se cumplían 400 años de la fundación del convento. Es una forma de celebrar esta efeméride explicando al pueblo de Toro, a nuestros amigos y conocidos, quiénes somos y qué es lo que hacemos aquí.

-Me consta que su trabajo no solo se ha limitado a mero trabajo de coordinación. Es decir, usted no solo ha cogido los textos y los ha puesto en orden, sino que su labor ha ido más allá.

-Sí, es verdad. No solo se ha tratado de seleccionar los relatos adecuados, sino que he tenido que recrear gran parte de ellos. Sobre todo los más antiguos. Además hemos escaneado las firmas de las hermanas que realizaron estos textos y las hemos incluido al final de los capítulos.

-Es decir, que hay un trabajo literario.

-Así es. He tenido que meterme en la cabeza de las monjas que escribieron durante la primera época de la orden, en el siglo XVII, algunos de los capítulos que aparecen en este libro. Esta labor corresponde sobre todo a la primera parte del libro, ya que la segunda se compone de los testimonios de las 17 monjas que actualmente vivimos en el convento de San José.

-¿Este espíritu cronístico siempre ha estado ligado a la congregación?

-Sin duda. Una de nuestras costumbres es que cada vez que muere una hermana el resto de monjas tienen el deber de escribir su vida. Aquellas que más la han conocido, o que más tiempo han convivido con ella, se encargan de inmortalizar a través del papel el paso por la vida terrenal de la fallecida. Hay historias más escuetas y, otras, más desarrolladas; pero todas tienen un testimonio que contar.

-Cuatro siglos dan para muchas historias

-Y tanto. En cada uno de los capítulos podemos observar una estructura común: primero, cada monja comienza relatando su origen (sus padres, su pueblo, cómo ha llegado hasta aquí); después, cada autora complementa su relato con las experiencias personales y los diferentes puntos de vista derivados de la distinta forma con la que cada persona sentimos el mundo en el que vivimos. A través de estos 40 capítulos, he intentado que se conforme una visión de conjunto que permita al lector entender cómo es la vida en nuestro convento: una vida de trabajo, silencio, oración, abstracción, relaciones fraternas?

-¿La ciudad de Toro, su historia, su cultura, la idiosincrasia de sus gentes está presente?

-Por supuesto. No somos ajenas a lo que pasa a nuestro alrededor. Todo lo contrario, estamos totalmente integradas. No en vano en la sede donde se fundó nuestra congregación. La historia de Toro y de las carmelitas descalzas camina en paralelo.

-Desvélenos alguna anécdota que recoja el libro

-Una muy interesante se ubica en la época de la francesada (Guerra de la Independencia Española). La comunidad de monjas que había en Toro se trasladó hasta el Carmelo de Salamanca por miedo a las correrías y saqueos que se estaban produciendo fruto del conflicto entre franceses y españoles. No obstante, dos hermanas se quedaron guardando el cenobio para evitar el expolio del mismo. Durante seis meses esas dos hermanas guardaron valientemente el convento. También hay otros capítulos en los que los hitos históricos de entremezclan con la crónica diaria de las carmelitas: la francesada es uno de ellos; pero también el relato de los tres años que estuvieron fuera del convento a causa de la desamortización y cómo pudieron comprar de nuevo, o cómo se vivió la Guerra Civil?

-Más allá de narrar los cuatro siglos de historia del San José a través de los testimonios de las hermanas, ¿el libro también pretende plasmar y transmitir los valores en los que se fundamenta su congregación?

-Es uno de los propósitos del libro. La compilación de estos 40 capítulos son un intento por mostrar los cimientos en los que se sustenta nuestra orden religiosas. Esta moraleja se presenta al lector sobre todo en la primera parte, en la que se hace especial hincapié en la vida en comunidad - y los beneficios que se derivan de esta práctica-, pilar fundamental en cualquier congregación monacal.

-¿Las referencias a Santa Teresa son recurrentes?

-No podía ser de otra manera. Teresa de Jesús tiene una importancia capital en toda la obra; no en vano es la fundadora de nuestra orden y gracias a su labor esta casa (en referencia al San José) pudo abrir. Además, como es conocido por todos los toresanos, la santa arribó a Toro junto a su amiga Doña Guiomar de Ulloa, quien también tuviera un papel fundamental en la fundación del convento. Además,nuestra relación con Santa Teresa se extiende hasta la primera priora de la orden en Toro, quien conociera de niña a nuestra fundadora.

-Vivimos un momento delicado para las órdenes religiosas. En Toro, por ejemplo, desde la marcha de Roberto Castaño la ciudad se encuentra con un solo párroco y el obispado parece no encontrar solución para cubrir todas las vacantes. ¿Cómo ve el futuro de la congregación?

-Estamos viviendo una época en la que sabemos que es imposible sostener tantos conventos, se tiene que reducir. Entendemos que la vida contemplativa no desaparecerá, pero estamos abocados a ser una minoría y el cierre de cenobios continuará. Lo cierto es que ya no hay la vocación de antaño y la sociedad tampoco ofrece unos valores que aproxime a las nuevas generaciones a este estilo de vida. No quiero que esto se entienda como desesperanza, sino como un reconocimiento de la realidad.