"Formaba parte de nuestro pasado", "todos los monumentos aportan valor a la ciudad", "hay que cumplir la ley" o "ya era hora". Estas son algunas de las numerosas opiniones que ha generado la reciente retirada de la plaza de San Agustín de la conocida como "Cruz de los caídos", uno de los símbolos del régimen franquista que se conservaban en la ciudad y que el Ayuntamiento ha decidido desmontar para acatar las exigencias de la Ley de Memoria Histórica, aunque sus sólidos sillares de granito serán reutilizados para otros fines.

Numerosos toresanos han dejado constancia de sus opiniones sobre esta decisión en las redes sociales, en las que se ha generado un intenso debate sobre uno de los pocos símbolos que, en Toro, todavía recuerdan la época de la dictadura franquista. Mientras que muchos ciudadanos consideran que la "Cruz de los caídos" formaba parte del patrimonio local y de las vivencias de niñez y juventud de muchos toresanos, para otros era un símbolo de una época que prefieren no recordar.

Así, para muchos toresanos, la espigada escultura, "podía gustar más o menos, pero formaba parte de nuestro pasado", mientras que para otros "todos los monumentos del pueblo son los que le dan un valor añadido", aunque también algunos vecinos consideran que la cruz recordaba a "todos los caídos", ya que la sencilla inscripción de su base solamente aludía a los años 1936-1939 y no hacía referencia a "colores o a ideas políticas". Por este motivo, algunos toresanos comparten la idea de que "si la cruz molestaba por lo que simbolizaba, la guerra civil", para mantenerla se podría haber barajado la opción de insertar en ella otra inscripción.

Otros ciudadanos asocian la "Cruz de los caídos" a los recuerdos de la niñez cuando, cada 20 de noviembre, los escolares de Toro tenían que asistir a una misa en la Colegiata y posteriormente, tras la colocación de una corona de flores ante la cruz, debían entonar el "Cara al sol". _

Un sentimiento de "cierta nostalgia" comparten algunos vecinos del barrio de San_Agustín, para quienes la cruz era un "punto de encuentro" en su época de niñez y juventud. Incluso otros toresanos consideran que "la cruz no molestaba" y que el Ayuntamiento debería destinar los fondos públicos a otras necesidades de la ciudad. Con cierta ironía, algunos ciudadanos apuntan la posibilidad de que sean eliminadas algunas infraestructuras que fueron construidas por presos republicanos, tales como la fábrica azucarera o el canal Toro-Zamora. En el lado opuesto, para muchos ciudadanos, la eliminación de este símbolo franquista se ha demorado demasiado en el tiempo, mientras que otros consideran que las leyes "hay que cumplirlas" y que el Ayuntamiento de Toro debe acatar las normas. Otros prefieren no entrar en el debate sobre la necesidad de retirar o no la cruz, ya que consideran que, en la actualidad, en la ciudad existen otros problemas más acuciantes como la pérdida de población o la falta de oportunidades para los jóvenes.

La escultura reemplazó a otra que existió en la plaza de la Colegiata

Aunque para algunos toresanos la "Cruz de los caídos" no debería haber sido desmontada porque formaba parte del patrimonio local, para expertos como el historiador José Navarro Talegón, la pieza carecía de valor artístico, más allá de recordar la guerra civil española, un conflicto bélico que forma parte de la historia del país. Mayor valor atesoraba otra "Cruz de los caídos" que, como recordó Navarro Talegón, existió en la plaza de la Colegiata en la que figuraban los nombres de algunos toresanos "caídos" durante la guerra civil, pieza que, como puntualizó, está perfectamente documentada en el Archivo Histórico Municipal, aunque se desconoce su paradero.

La citada cruz, según Navarro Talegón, fue desmontada cuando la antigua Dirección General de Arquitectura ejecutó en la plaza de la Colegiata unas obras de renovación y, posteriormente, fue sustituida por otra pieza más esbelta que, durante años, estuvo enclavada en los jardines del Espolón, junto al antiguo edificio de auxilio social. Posteriormente esta segunda cruz fue trasladada hasta la plaza de San Agustín, en la que ha permanecido durante varias décadas hasta el pasado miércoles cuando operarios municipales procedieron a su retirada. No obstante, el Ayuntamiento ha decidido reutilizar los sillares de granito de la pieza para diferentes fines como bancos que se incorporarán al mobiliario urbano, pavimento o como peana para una escultura.