Durante casi 70 años, Sor María Clara de la Eucaristía (Margarita Bayón Roldán) ha sido uno de los pilares del Real Monasterio de Santa Clara en el que ayer recibió el último adiós en una emotiva misa de funeral presidida por el Obispo de Zamora, Gregorio Martínez, a la que asistieron familiares, amigos, autoridades locales y hermanos de la cofradía de Jesús Nazareno y Ánimas de la Campanilla que quisieron despedirse de una "institución" en la ciudad. La madre Clara, como era conocida en Toro, falleció el pasado lunes en Zamora a los 97 años de edad y sus restos descansan desde ayer en el cementerio del convento de Santa Clara en el que ingresó en 1949 y en el que ha dejado una huella imborrable por su alegría, carisma, trabajo y entrega a la comunidad religiosa.

En la homilía, el Obispo recordó que, en los casi 70 años que la madre Clara vivió entre los muros del convento de clausura, muchos los dedicó a ejercer el cargo de abadesa. Del mismo modo subrayó que "Toro tiene que estar hoy (por ayer) con pesar por su muerte", porque "quizá tan solo Dios sabe lo que esta mujer pequeña, menuda e inquieta ha aportado a esta ciudad". En este punto, precisó que los conventos de Toro que, en la actualidad, "están un poco de capa caída", hace años aportaron "vida y esplendor a la ciudad y a sus vecinos y esto no se puede olvidar". El Obispo también recordó en su alocución su primer encuentro con la madre Clara en el monasterio durante el que, como confesó, percibió en ella un "espíritu franciscano", a la vez que ensalzó otros valores de la religiosa a quien definió como "pacífica y de corazón limpio". Aunque la madre Clara nació en la localidad vallisoletana de Pozal de Gallinas, como matizó el Obispo, "siempre llevó a Toro en su corazón y dedicó toda su vida a esta ciudad" y a la comunidad religiosa a la que perteneció, a la que se entregó en cuerpo y alma. En esta emotiva despedida también participó el presidente de la cofradía de Jesús Nazareno y Ánimas de la Campanilla, José Manuel de la Fuente, a la que el convento se siente tan unido porque comparten su especial devoción por el Santo Ecce Homo o la Virgen de la Soledad. En su alocución, de la Fuente recordó "la sonrisa de amor que tantas veces nos regaló la madre Clara", así como las numerosas ocasiones en las que "abrió su corazón a los cofrades, que siempre la recordarán".

Sor María Clara nació en Pozal de Gallinas y desde muy joven sintió la necesidad de entregarse a los demás y de ingresar en una comunidad religiosa. Su llegada al convento de Toro se demoró en el tiempo porque, cuando era joven, se dedicó a cuidar a una hermana, también monja, aquejada de una grave enfermedad. Cuando su hermana falleció pudo realizar su sueño e ingresar en el Real Monasterio de Santa Clara de Toro, fundado en 1254.

Sor María Clara profesó de forma solemne el 19 de septiembre de 1953 y desde entonces se entregó en cuerpo y alma al convento toresano en el que ha dejado un gran vacío y en el que destacó por su empeño en mejorar la vida de las religiosas. Durante muchos años ejerció el cargo de abadesa y se convirtió en un referente para el resto de hermanas. La actual abadesa, Sor María Paz, destacó que la madre Clara era una persona "muy alegre, tenía don de gentes y era muy lista". Del mismo modo recordó que, ya de novicia y de postulante, se levantaba a las cuatro de la mañana para bordar y contribuir con su trabajo al mantenimiento de la comunidad y a la mejora del convento. "La quería todo el mundo", reconoció la actual abadesa quien, emocionada, aseguró que la madre Clara ha dejado en las religiosas del monasterio un gran vacío por su carácter afable, su gran capacidad de trabajo y, sobre todo, su calidad humana.