Desde ayer por la mañana la ciudad de Toro estuvo repleta de vida. La celebración del Corpus Christi, uno de los días grandes en el municipio zamorano, hizo madrugar a unos cuantos vecinos para ponerse manos a la obra en las tareas de decoración de calles y altares por los que la procesión de la Archicofradía de nombre homónimo a la festividad paseó a su imagen principal. Una vez más, tradición e historia y religión e iglesia se dan la mano en una localidad castellana. Ningún aspecto sigue caracterizando más a los pequeños municipios que conforman nuestra provincia como las fiestas religiosas; ningún indicador es más efectivo cogiendo el pulso a la sociedad zamorana que sus grandes días de cristiandad. El fervor desatado ayer en Toro, así como la pasión mostrada a cada Semana Santa, reflejan que el carácter católico de nuestras sociedades, y sus ilustres efemérides, sigue siendo el primer vector movilizador, aglutinador y socializador de las comunidades que pueblan la tierra zamorana.

Los festejos comenzaron en torno a las 17.30 horas, cuando los miembros de la Archicofradía del Corpus Christi acudieron al consistorio para recoger a las autoridades municipales. Junto a los gobernantes de Toro, la comitiva puso dirección hacia la Colegiata Santa María la Mayor, donde el párroco local, José Luis Miranda, fue el encargado de oficiar la eucaristía. Una vez finalizada la ceremonia católica, se dio paso a la procesión que cada año desfila por las calles de la ciudad, donde los altares de las distintas cofradías de la ciudad rinden culto a la imagen de la congregación del Corpus Christi.

Entre la docena de altares que engalanaron el itinerario de la procesión, destacó, como ya hiciera el pasado año, el organizado por la hermandad de Jesús Nazareno y Ánimas de la Campanilla en colaboración con las Damas de la Virgen de la Soledad. Ubicado frente al palacio de los Condes de Fuentesaúco, el altar de los nazarenos y las damas estuvo presidido por la Virgen del Amor Hermoso: una talla vestidera del siglo XVIII retocada por el escultor zamorano Ramón Álvarez. Asimismo, a ambos lados, parapetando a la imagen, se mostraron fotos del Nazareno y la Soledad, el bendito con el que se abren los rezos en la cofradía del Viernes Santo y una alegoría del pan y el vino. De esta forma, la cofradía más grande de la Semana Santa toresana acude un año más a la festividad del Corpus Christi, tras regresar el pasado curso para "devolver el esplendor a una celebración de envergadura".

Por supuesto, a la festividad del Corpus Christi no le faltaron sus tradiciones características. Los niños que recibieron este 2018 su primera comunión desfilaron, ataviados con sus trajes y vestidos, junto a la comitiva procesional. Del mismo modo, los nacidos este año recibieron la bendición del santísimo a su paso por el altar montado por las hermanas del Amor de Dios.

El Corpus Christi es la celebración con la que los cristianos honran la eucaristía y demuestran su fe en las enseñanzas de Cristo. Hace una década, con el fin de otorgar más fuste a esta celebración, los tres párrocos que trabajaban en Toro decidieron celebrar ceremonias los tres días que componen el fin de semana del festejo cristiano y que se vino a conocer popularmente como Triduo Eucarístico. Este año, a consecuencia de la reciente marcha de Roberto Castaño, antiguo párroco de la ciudad, los oficios religiosos se han limitado a unas vísperas durante el pasado sábado.