La imagen desértica que presentaban las calles de Toro en la lluviosa mañana de ayer domingo contrastaba con la exultante entrada que registró la Colegiata durante la ceremonia en la que se coronó a la Virgen de la Soledad. Los bancos que alberga el principal templo de la ciudad resultaron insuficientes, obligando a decenas de personas a ocupar los espacios que se encuentran a izquierda y derecha de los asientos centrales. Nadie quería perderse un acto cuyos prolegómenos comenzaron a organizarse hace dos años, allá por el 2016 cuando la Asociación de las Damas de la Soledad y la cofradía de Jesús Nazareno y Ánimas de la Campanilla acordaron dotar a Nuestra Señora de las Angustias de una tiara que adornara su imagen.

De acuerdo con los ritos católicos, el acto de coronación comenzó con una ceremonia religiosa como la que cada domingo se celebra en Santa María la Mayor. Tras las canciones de índole religioso, Roberto Castaño, párroco de la ciudad, realizó su habitual sermón instando a los feligreses a crear una sociedad de "paz, concordia, convivencia respetuosa y amor por el prójimo". En su alocución, como no podía ser de otra manera, el sacerdote local aludió al acto central del día y remitió a los allí presentes su deseo de que "junto a esta corona compartamos un corazón dispuesto a construir y compartir". Del mismo modo, Castaño se refirió a la virgen de la Soledad como "una madre que nos protege, ama y guía".

Una vez finalizada la alocución del presbítero, se procedió a coronar a la talla. La corona, que hasta ese momento estuvo presidiendo el altar mayor de la Colegiata, fue trasladada hasta la imagen de la virgen por los presidentes -Carmen González y José Manuel de la Fuente- de las cofradías organizadoras. La imposición final corrió a cargo del clérigo Roberto Castaño; que subido a la mesa del paso, colocó la corona encima de la cabeza de la Virgen de la Soledad. Todo el rito de coronación estuvo aderezado por la interpretación del himno "Soledad, Madre de Dios", compuesto por José Manuel Chillón y cedido por el músico a las congregaciones organizadoras. Todos los asistentes a la ceremonia de imposición tuvieron la oportunidad de entonar el cántico gracias a unas octavillas con la imagen de la Virgen que se repartieron a la entrada del templo.

Ya finalizada la misa, se llevó a cabo la procesión una procesión por las calles de la ciudad para lucir a la "estrella de la mañana". La meteorología, que se levantó con gesto adusto, permitió un respiro poco después de proceder al acto de coronación. Un interludio en estos días de lluvia que fue aprovechado por Jesús Nazareno y Damas de la Soledad para poner a la virgen en la calle. El desfile partió de la puerta sur de la Colegiata y continúo por el paseo del espolón para continuar por las diferentes rúas del itinerario previsto. Uno de los momentos más emotivos de la mañana se produjo a la altura del Monasterio de Santa Clara, donde las monjas pudieron ver a la virgen, ya coronada, 30 años después de que la imagen saliera de sus estancias. El trayecto procesional finalizó en Santa Catalina con el tradicional canto de "La Salve" a la entrada de la imagen en la iglesia.

60 años después de que la Virgen de la Soledad procesionase por primera vez por las calles de Toro tras el incendio que asoló Santa Catalina, la talla retoma su marcha por las rúas de la ciudad ataviada con las mejores galas posibles. La importancia del día no queda reflejada en el número de la efeméride, sino en el cortejo que acompañó a Nuestra Señora de las Angustias. Autoridades, cofrades, damas, vecinos, monjas y hasta la Policía Local se sumaron, también con sus mejores ropajes, a la fiesta de coronación de la Soledad.