Ayer fue un día especial para la Ciudad de Toro. Ayer despedimos al gran maestro Jesús López Cobos, hijo predilecto, embajador universal, genio sin igual y una bellísima persona. Ayer, su tierra, su gente, desde lo más hondo de sus entrañas lo abrazó para que no se marchara solo y así devolverle un poquito de todo lo que nos regaló, que fue mucho.

Ayer era un día que amanecía gris, triste y lluvioso pero en el que el sol finalmente venció para invadir todo de luz. Ese sol, amarillo radiante como las flores que hoy le dulcificaban su partida, ese sol que tanto echaba de menos de su país, de España, de Toro, de Málaga, de Madrid. Ese país que le dio tantos quebraderos de cabeza en su carrera artística, todos ellos por ir siempre por delante del resto, por ser un revolucionario y un visionario en la dirección de orquesta. Todo ello, por el hecho de que un director de orquesta no es sólo un hombre delante de una orquesta interpretando música, que también, sino un analista de todo el proceso creativo que desgrana unas notas musicales hasta convertirlas en algo suyo, con respeto a su creador, pero aportando toda su alma en esa versión dirigida por él. Pero estos quebraderos le hicieron volar, traspasar fronteras y alcanzar metas nunca antes alcanzadas por un español.

Ayer reconocimos al toresano que abrió camino fuera para que dentro nos diéramos cuenta de su valía. La Scala de Milán, la Ópera de París, El Covent Garden de Londres o el Metropolitan de Nueva York. En todos ellos abrió las puertas, fue el primero. Y en todos ellos triunfó y protagonizó noches magníficas; esas noches rodeado de los mejores intérpretes que han existido y existen.

Consecuencia de todo ello fue ver los obituarios del 3 de marzo en todo el mundo. Esos obituarios que reflejan la magna dimensión internacional del Maestro, su reconocimiento como uno de los grandes de todos los tiempos en la dirección de orquesta. Uno de ellos lo definió ese día como "escrupuloso, profundo, racional y versátil". Él mismo se autodefinía como un hombre de "corazón latino y cerebro alemán". Pero lejos de definiciones, lo que ha quedado claro es su trayectoria y méritos: la Orquesta Nacional de España, la orquesta de Cámara de Laussane, Cincinnati, la Ópera de Berlín y el Teatro Real. Además, no hay una de las grandes orquestas del mundo que no haya sido dirigida por Jesús López Cobos. Me atrevo a decir que al final el calificar una orquesta como una de las mejores del mundo lleva implícito que una figura como el Maestro u otros pocos elegidos hayan decidido dirigirlas. Primer premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1981, Medalla de Oro de las Bellas Artes en 2001 y Premio de las Artes de Castilla y León en 2012, sumado a otros muchos títulos internacionales. Y de todos ellos, para nosotros, el más importante: Hijo Predilecto de la Ciudad de Toro desde el año 1984.

Ayer, ese título de Hijo Predilecto estuvo más justificado que nunca. Porque además de todos sus méritos artísticos; además de toda su dimensión internacional y además de otras muchas cosas, Jesús era, es, Hijo Predilecto de Toro. Lo era, lo es, por sus méritos, sin duda. Pero también lo era, lo es, por otras muchas cosas, entre las que destacan llevar el nombre de Toro a cada rincón del mundo que pisó. Y esa es la dimensión más extraordinaria que residía en su ser: el respeto y recuerdo siempre de sus orígenes, de su tierra, de su gente. Esos orígenes, esa tierra y esa gente que ayer se unía al unísono para despedirlo como merecía. Debo confesaros que cuando me preguntan de dónde soy en alguno de mis viajes, al contestar que soy de Toro, son muchas las personas que inmediatamente dicen: "De Toro, de donde es el Maestro".

Ayer, los homenajes eran múltiples e inmensos. Y los más sentidos, los de su gente, los de las agrupaciones por las que veló, a las que protegió y recomendó, siempre dispuesto a ayudar, siempre dispuesto a arrimar el hombro. Fue día de silencio respetuoso, roto por las notas musicales de la Lira y la Rondalla, que como padre lo han tenido durante tantos años. Siempre generoso, siempre cercano y cordial. Y esa dimensión humilde y generosa es la que ha ido ahondando la profunda consideración de su gente hacia el Maestro. Ese Maestro siempre preocupado de Toro, por sus agrupaciones musicales y músicos, por su Escuela de Música. También preocupado en pregonar en ultramar, allí donde encontrara, que él, el Maestro, Jesús López Cobos, era de Toro, y toresano se sentía.

Ayer, despedimos con todo el honor que merecía a nuestro querido Jesús, Hijo Predilecto de nuestra Ciudad, artista universal y persona extraordinaria, bondadosa, humilde y generosa. Y descansará en su tierra, entre los suyos, acompañado siempre por nuestras madres dominicas de Sancti Spiritus, a las que tan cercano se sentía, y que ya es un lugar de peregrinaje para músicos de todo el mundo que quieren saludarte y honrarte. En su claustro, junto a ellas, en el suelo raso de ladrillos, donde ya hay grabada una clave de sol, para que eternamente descanses con la música que tanto te dio, a la que tanto le diste.

Ayer te despedimos, pero a partir de ayer te vamos a recordar, a luchar para que tu legado esté presente y tu aportación a la cultura musical de este país sea eterna. Por eso no te despedimos con un adiós, sino con un hasta pronto.

Pronto Toro te otorgará la Medalla de Oro de la Ciudad. Pronto Toro tendrá un Festival Internacional de Música Jesús López Cobos, en tu honor, con tu nombre.

Gracias por tanto, Jesús. Gracias por tanto, eterno Maestro.

(*) Alcalde de Toro