Para elaborar la memoria con la que se consiguió que el carnaval fuera declarado de Interés Turístico Regional, al margen de otras fuentes, fue necesario recurrir a la tradición oral con el fin de demostrar su antigüedad. A este trabajo fue incorporado un antiguo documento que relata como en el año 1590 las monjas Clarisas ya se quejaban del "jolgorio y alboroto" de los vecinos que celebraban los antruejos. Unas ordenanzas municipales, fechadas en 1909, recogían algunas normas para regular esta fiesta, tales como "no molestar a nadie con frases ofensivas" y, en años posteriores, periódicos como "El Toresano" se referían en 1925 al carnaval de Toro como "el mejor del mundo".

A pesar de la prohibición gubernativa dictada durante el franquismo y que impedía celebrar los antruejos, la ciudad siguió disfrutando de su carnaval, bajo la denominación de "fiesta de invierno", hasta que en el año 1975 recuperó su nombre original. Desde entonces, los toresanos no solo no han dejado de celebrar el carnaval sino que, año tras año, buscan potenciar esta fiesta que se caracteriza por su singularidad y por la tradición de actos como las bodas, sus desfiles o diversos concursos.