Después de nueve años, Riesco reconoce que la investigación sobre la desaparición de su hijo, Pedro Matías, no avanza y "estamos como al principio". No obstante, mantiene un contacto permanente con los profesionales encargados de intentar recabar datos y pistas sobre qué pudo sucederle al joven el 26 de marzo del 2009 cuando salió de casa para tomar algo con unos compañeros de trabajo. Tras despedirse de sus amigos, emprendió el camino de regreso a su hogar donde su familia lo esperaba para comer, aunque nunca llegó. El retraso del joven inquietó a sus familiares y, en especial, a su abuela Enriqueta muy conocida en Toro porque durante casi 40 años fue sacristana de la parroquia de Santo Tomás Cantuariense. La inquietud dio paso a la preocupación de sus familiares, sobre todo después de llamar al joven a su teléfono móvil y comprobar que estaba apagado. La Policía, familiares y amigos se movilizaron de inmediato para tratar de encontrar a Sánchez Riesco, de 1,68 metros de altura, ojos castaños, pelo negro y corto y complexión atlética que, en el momento de su desaparición, vestía un pantalón vaquero, chubasquero gris con franjas naranjas y playeras grises.