Hubo un tiempo en que la palabra maestro tenía una connotación especial, antes de que profesor se hiciera común y se adueñara de la profesión y de la definición del lo que significa enseñar. Todos aquellos que hayan vivido el mundo rural conocen del prestigio y de la importancia del maestro. Los maestros fueron aquellos hombres y mujeres que ofrecieron la posibilidad a España a salir de la terca ignorancia y la miseria intelectual que se adueñaron de el país durante aquella época onerosa que fue el franquismo. Ayer, Toro se reunió para dar su último adiós a Saturnina Lorenzo García: maestra de Toro.

Saturnina Lorenzo murió durante la madrugada del viernes al sábado a punto de cumplir 94 años. Esta vecina de la ciudad de Doña Elvira dedicó su vida a la enseñanza, trabajó que le granjeó el reconocimiento en forma de Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo en el año 2011. Fue una de las socias fundadoras de la Asociación ProCulto, primera mujer en presidirla y ostentaba el cargo de presidenta de honor hasta su reciente fallecimiento.

Saturnina nació en 1924, bajo la dictadura de Primo de Rivera, aunque la época que marcó su vida fueron los años de la II República hasta el estallido de la Guerra Civil tras el fallido golpe de Estado auspiciado por parte del Ejército contra el legítimo Gobierno el 17 y 18 de julio de 1936. Su padre, Francisco Lorenzo, era concejal del Partido Socialista durante el alzamiento nacional y, como tal, fue asesinado por el bando sublevado en el cementerio de Fresno de la Ribera. Una semana después su hermano sufriría el mismo destino.

Los años inmediatamente posteriores a estos asesinatos tampoco fueron sencillos para nuestra protagonista. La tintorería familiar cayó en picado; por aquella época ser republicano o "familia de" era todo un estigma. Nadie acudía al negocio y la salvación recayó en el pedido más impensable de todos los posibles: un encargo para teñir de azul una ingente cantidad de camisas, la demanda había acabado con las existencias de telas de ese color.

Desde muy joven la hija de Francisco Lorenzo sintió la pasión por la enseñanza. No obstante, cuando tuvo la edad para acudir a la universidad las Escuelas Normales, donde se impartía Magisterio, estaban cerradas a la espera que el dictador Francisco Franco aprobara un nuevo plan de estudios para estos alumnos. Ciencias Químicas, en la Universidad de Salamanca, fue la alternativa escogida por la futura maestra. Tras finalizar la carrera, y aprovechando los meses de verano (una vez con el Plan de Magisterio en funcionamiento), Saturnina consiguió alcanzar su sueño de convertirse en maestra.

Una vez más el oprobio que por entonces significaba ser hija (y hermana) de fusilados en la Guerra Civil creó más obstáculos en el camino de Saturnina para ejercer su profesión. Tras cinco años en el instituto de Toro fue expulsada del centro por el régimen, que adujo "motivos políticos" para llevar a cabo tal despropósito. De nuevo, Saturnina pudo sobreponerse a la injusticia, aprobó las oposiciones de maestra de EGB y trabajó como profesora del instituto toresano hasta su jubilación.

Su lucidez intelectual, el estoicismo que marcó su carácter y el recuerdo del asesinato de su padre y su hermano le hizo mantener sus ideales republicanos y demócratas hasta su muerte. En 2010 el Gobierno de España le concedió la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, que le fue impuesta al siguiente año en reconocimiento por una conducta socialmente útil y ejemplar en el desempeño de la enseñanza.

Ayer, familiares, amigos y vecinos de la ciudad de Toro se reunieron en la Colegiata para despedir a Saturnina Lorenzo, un último adiós a la maestra de todos, cuyo féretro portaba la bandera tricolor de la Segunda República que ampara los valores democráticos que esta toresana siempre defendió.