Desencanto se llamaba, 580 kilos de toro, alto, imponente, negro zaino, mal encarado y el sobrero que no tenía que haber sido lidiado. Fue el último astado de la tarde, el séptimo, y se convirtió en el protagonista para mal de la corrida de toros de las fiestas de San Agustín. Una dura cogida sobre David de Miranda dejó al joven matador inconsciente sobre el suelo, haciendo temer lo peor a todos los allí presentes. Instantes antes de la fuerte cogida sobre el de Huelva, el animal había derrumbado al caballo en el tercio de varas, dejando atrapada la pierna del picador durante más de un agónico minuto en la que el astado no dejó de embestir sobre el equino, que tuvo que ser arrastrado por los toreros fuera de la plaza sangrando abundantemente y prácticamente sin moverse. El Cid, que logró salir por la puerta grande, quedó opacado por la desgracia que protagonizó la última faena de la tarde en la que también toreó Juan José Padilla.

Comenzó rara la faena, sobre un cielo encapotado que siempre amenazó, pero nunca descargó. Los trabajadores de la plaza tuvieron que cubrir ya a deshoras los charcos que todavía prevalecían tras las lluvias de la madrugada y la mañana del domingo. Comenzó la corrida Juan José Padilla con el cinqueño de menor peso de la tarde, con 487 kilos de carne y muy poca clase en las hechuras. Se sobrepasó el pirata con el castigo en el caballo y dejó a un animal flojo, sin fuerza y que no volvió a realizar una sola embestida en toda la corrida. El tercio de banderillas se llevó a cabo, pero los banderilleros no tuvieron ninguna oportunidad con el animal, que simplemente no estaba. Apenas si Padilla pudo darle un solo muletazo a un toro que debió ver el pañuelo verde, incluso el maestro realizó un gesto de contrariedad que agudizaba la pretensión de cambiar de toro. Ni doblones, ni derechazos, ni nada brindó el animal. En el acero Padilla solo logro enganchar una media estocada alta, pero que fue suficiente para acabar con un muy debilitado animal. En el tercero, el ciclón de Jerez quiso resarcirse en una plaza que le es muy familiar y donde también es muy querido. Atinado con el capote realizó unas aceptables verónicas en incluso una revolera antes de un duro tercio de varas de nuevo. No obstante, el torero tiró de veteranía y encandiló a los presentes con el capote ya en la mano y con su derecha por delante del animal. Un par de desplantes frente al astado, frenándolo en seco hasta tres veces fue más que suficiente para levantar al público de Toro. Elevó el nivel a base de valentía y realizó un par de pases al toro con las rodillas en la arena. Erró con el estoque, de nuevo media espada, pero Toro recompensó al matador con una oreja.

510 kilos de animal le esperaron a David de Miranda en su primer empeño de la tarde, el tercero de la corrida. Deslucido se llamaba el de Sánchez Urbina, como una premonición que lamentablemente se cumplió. No obstante, el oscense, que estaba viviendo una de sus mejores temporadas desde que tomara la alternativa en el 2014, no se desanimó y construyó una interesante tanda de pases con el capote. Miranda se mostró decidido y torerísimo en su turno con la muleta, pero el astado no estaba por la labor. Siempre con la cara alta, apenas humillaba y le costaba especialmente seguir el rojo por el pitón izquierdo. Las naturales de Miranda por el otro pitón sacaron lo poco que el toro dejó en la arena de la histórica plaza de toros. Tras tres intentos dejó una estocada caída a la derecha del astado que sirvió para que el animal hincara las rodillas. No tuvo suerte David de Miranda con las reses ayer, el sexto volvió a toriles tras el tercio de varas, su pata trasera derecha estaba dañada y el astado cojeaba ostensiblemente. Y el séptimo, de 580 kilos, era un mal bicho. Con 70 kilos menos que el segundo de "El Cid" aparentaba todavía un tamaño mayor. En el segundo pase que le dio el joven matador el astado entró con una fuerza desmesurada, a diferencia del resto de animales, nadie hubiera pitado un duro castigo por parte del picador. Puntazo que no pudo ser porque el sobrero derrumbó al subalterno de Miranda y creó la primera escena de pánico de la tarde.

La cogida

El animal tenía una arrancada terrorífica, cargó contra el caballo y lo derrumbó casi de inmediato. El toro no atendía a llamada alguna y se cebó con el equino. "Fortuna" que permitió, tras un agónico minuto, liberar la pierna atrapada del picador, que estuvo a merced del de Sánchez Urbina si este hubiera dejado de embestir un solo momento. El caballo, totalmente indefenso y desprovisto de las protecciones desgarradas por el toro comenzó a sangrar abundantemente. Tras finalmente conseguir llamar la atención del animal, mozos y toreros evacuaron al caballo arrastrándolo, tras cubrirlo con una lona. El animal fue inmediatamente operado por el veterinario. Solo una coz al viento cuando salía por el ruedo mostró que en el equino quedaba vida, inmóvil sobre el albero minutos después de la horrible cogida. Desencanto no perdió peligro ni frescura tras el tercio de banderillas, repleto de tensión y miedo en los tendidos. David de Miranda no se achantó y consiguió, ya con la muleta, pegarle un par de derechazos al animal. Las ganas de agradar del joven matador hizo que se acercara bastante y en un desplazamiento lateral el toro forzó un tropiezo del torero, que al intentar recuperar la verticalidad sufrió un tornillazo del toro que le cogió de lleno, alzándolo en volandas hasta caer de una altura considerable. No hubo pitonazo, pero Miranda cayó con el cuello y quedó inconsciente al instante. La plaza enmudeció, para después sobrecogerse por el estado del matador, que indicaba a primera vista lo peor. El toro, embravecido con el capote, no se cebó sobre el cuerpo inconsciente del torero, que fue trasladado rápidamente a la UVI Móvil y de ahí al complejo hospitalario de Zamora, con un esguince cervical y pendiente de una revisión más exhaustiva, tal y como confirmaron las autoridades allí presentes. La ambulancia salió de la plaza arropada por un estruendoso aplauso. Fue Padilla el encargado de acabar con el séptimo toro de la tarde, tras varios intentos con la espada.

Sin duda alguna Manuel Jesús "El Cid" fue el triunfador bajo el encapotado cielo toresano. Su lote fue el más amable y los toros que lidió permitieron redescubrir, una vez más, a un inmenso maestro del toreo aquejado por su desenvoltura con la espada. Los primeros pases que le dio al segundo de la tarde levantaron el ánimo de los tendidos, desencantados con el inicio de la corrida. Tras el tercio de varas el sevillano se desató con la muleta, cuatro series de derechazos y dos de naturales obligando al toro a oler el albero recordaron al respetable que quedaba mucho espectáculo por delante. Tras una estocada certera, quizás un pelín caída a la derecha, el animal claudicó y la plaza de toros rompió a aplaudir. Pañuelos al vuelo y dos orejas fue el premio, generoso sin duda; el público tenía ganas de celebrar, no en vano estamos en fiestas. El quinto de la tarde era una mole de 650 kilos que le fue brindado al diestro Leandro Marcos. Su tamaño hacía pensar que aquello iba ser imposible de lidiar, pero "El Cid" volvió a sacar raza y clase para dibujar una faena más que lucida. Con la muleta el de Salteras reinó sobre el ruedo con derechazos precisos a los que el toro contestó humillando. Especialmente celebrados fueron los pases de pecho, preciosos ante un astado de tal envergadura. Le falló el acero al torero y tras seis intentos con el descabello la oreja conseguida en la lidia se esfumó. Sin embargo, esto no fue óbice para que "El Cid" realizara una vuelta al ruedo en la que el público toresano le mostró todo su cariño. Finalmente veterano torero consiguió salir por la puerta grande en una tarde taurina donde las suertes fueron desiguales.