La asociación ProCulto organizó el pasado viernes tarde una conferencia sobre María de Molina en la casa de Cultura de Toro. La sala habilitada para la ponencia se llenó para escuchar a María Antonia Carmona, profesora de Historia Medieval en la Universidad de Sevilla. La charla, que llevó por nombre "Una reina prudente y pacificadora. María de Molina", se centró en desgranar la vida de María de Molina y su estrecha relación con la ciudad de Toro.

María de Molina, quien fuera Reina consorte de Castilla a finales del siglo XIII pasará a la historia no como una reina más, sino como una mujer inteligente y con amplías dotes para la política de la época. Nació bajo el nombre de María de Meneses y aunque no hay documentos que lo atestigüen, se supone que nació en Tierra de Campos, por ser esta la patria de su madre. Ha sido apodada por expertos en la materia como "María la Grande", "Reina Pacificadora" y "Tres veces Reina" por su importante presencia en los reinados de su esposo Sancho IV, su hijo Fernando IV y su nieto Alfonso XI. Tirso de Molina en su obra "La prudencia de la mujer" destaca esta cualidad en la señora de Molina. Los historiadores y cronistas destacan dos aspectos fundamentales durante el reinado de María de Molina: la protección de la Corona y sus intereses y la defensa de sus hijos. Fue una reina querida por el entonces denominado pueblo llano y siempre gozó de popularidad entre los estamentos más humildes de la sociedad.

Matrimonio

Es de suponer que la que fuera reina de Castilla tuvo una formación cuidada, porque además de saber leer y escribir, siempre se le reconoció mucha soltura en su vida política. En 1281 se casa con el infante Don Sancho en la catedral de Toledo, quién desobedece a su padre Alfonso X "el sabio" que ya le había concertado un matrimonio tiempo atrás con Guillerma de Montcada. Esta unión no gustó al rey de Aragón y Francia, que presionaron a Alfonso X para evitar el matrimonio, esto le granjeó a Sancho, quien tras la muerte de su hermano se convertiría en heredero al trono, una enemistad con su padre, guerra civil incluida, hasta su muerte en 1284. Será ese mismo año, cuando la pareja se hará coronar en Toledo como soberanos del reino de Castilla y León.

Una vez que María se convirtió en Reina obtuvo varios señoríos de mano de su marido. Algunas de las tierras que guardaban lealtad a la reina consorte fueron la provincia de Valladolid, Écija o Toro, ciudad esta última en la que pasó largos periodos de tiempo y a la que siempre guardó un cariño especial. Los señoríos no eran simple papeles nobiliarios, sino que eran importantes debido a que debían pagar una serie de rentas, diezmos que engordaban las arcas de la señora de Molina. Esto era esencial, ya que una reina que disponía de dinero, disfrutaba de una independencia impropia de las mujeres del Medievo.

Sus estancias más largas en la provincia de Toro fueron las que se sucedieron durante las guerras que libró su hijo Fernando IV. Durante los periodos que habitó en la ciudad de Toro creó varias fundaciones religiosas y contribuyó en las obras y construcciones del Alcázar y también en el principal templo de la ciudad: la Colegiata de Santa María la Mayor.