Un dicho motero dice lo siguiente: "Hay moteros impudentes y hay moteros antiguos, pero no existen moteros antiguos e imprudentes". Este sería un buen refrán para definir a Andrés Zarzuela, quizás una de las estrellas de la concentración de vehículos de dos ruedas que se vivió ayer en la Plaza Mayor de Toro.

Andrés no hace piruetas con la moto, no derrapa, ni realiza invertidos. Tampoco tiene una moto de gran cilindrada y no llego quemando rueda, sino a 50 kilómetros por hora y detrás de los coches. Por no tener, Andrés ni siquiera tiene una de esas gafas estilo años 2000, como las que llevaba Tom Cruise en Misión Imposible II y que tan extendidas están entre la comunidad motera.

¿Qué es entonces lo que tiene Andrés que le hizo ser uno de los protagonistas ayer por la mañana? Pues canas, Andrés peina canas y no desde hace poco precisamente; y como tal tiene una historia que contar y una gran moto para enseñar. Nuestra estrella entró ayer en la Plaza Mayor de la ciudad montado en una Lube del año 1950. Negra, impecable y con muchos kilómetros en sus ruedas. Además, consigo trajo a su hijo, quien despachó la mañana encima de una Guzzi Hispania de fabricación italiana de 1962. En seguida, la gente se agolpó para fotografiar a la reliquia mecánica y los periodistas, que andábamos de correveidile, nos acercamos prestos para escuchar al veterano motero.

"Desde los 16 años monto y lo mismo mi hijo", explica orgulloso Andrés, quien no se pierde una concentración de Motauros. Nació en Tordesillas, pero lleva viviendo en Toro desde hace más de 45 años. Ayer vino encima de su Lube, la marca que identifica a la empresa constructora de motocicletas fundada por Luis Bejarano a finales de los años 40 en el País Vasco. Esta es una de sus 8 motos, "imagínate cuando llegan los seguros", bromea nuestro protagonista. Andrés siempre ha estado encima de dos ruedas, a excepción de cuando se casó y tuvo hijos; responsabilidades que le alejaron de la carretera durante 10 años.

Para Andrés valdría ese otro refrán futbolero de Galeano que dice: "En la vida un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol", pero sustituyendo el fútbol por ser motero. Uno nace y muere motero, son una raza especial. Algo más que una hermandad. Quizás Andrés Zarzuela sea la definición gráfica de esa forma de vida, empezando por su atuendo: el dueño de la Lube viste la misma chupa de cuero (de cinco kilos de peso) que llevaban los Guardias Civiles que en los años 60 conducían ciclomotores y que recientemente él mismo ha visto en una exposición de indumentarias de las fuerzas de seguridad españolas; un casco de piloto de aquellos que se hacían con piel de vaca y unas gafas antiguas que nos recuerdan más a unas de bucear que a unas de pilotar.

El veterano motero añade una muesca más a su bastón, una concentración más, un año más encima de las dos ruedas. Una vida sintiendo el viento en la cara, aunque en este caso solo sea a 50 kilómetros por hora.