Con 18 años "salió" de Toro para forjarse un futuro mejor y para convertirse en una de las mejores atletas del deporte español. Raquel Álvarez, regresó ayer a su ciudad natal para compartir con los toresanos un sentido y emotivo pregón con el que fueron inauguradas las fiestas. Como tantos jóvenes de su quinta, la pregonera tuvo que abandonar Toro para alcanzar un sueño, pero "no importa cuántos años estés fuera" porque, "por mucho que crezca el tallo, las raíces permanecen, ancladas a tu tierra, dando sustento a la esencia y marcando nuestra identidad". En su alocución, Álvarez confesó que presume de sus raíces y que cuando le preguntan por sus orígenes, la respuesta siempre es la misma: "De Toro, la tierra del vino". A pesar de sus compromisos laborales y deportivos, Álvarez no ha perdido el contacto con su tierra y, cada vez que regresa a Toro, siente que está en casa cuando desde la ventanilla del coche "ves esa silueta de la Colegiata culminando la meseta o el Arco del Reloj destacando en la lejanía y sientes la impaciencia de llegar". Esa sensación está estrechamente ligada a sus recuerdos de la niñez y la adolescencia, entramado que "está tejido con un hilo fuerte, hilo rojo de color del vino tinto de esta tierra; rojo del amor de mis padres, mis abuelos y bisabuelas". En esta mirada al pasado, recordó que "tempranillo, como la uva", comenzó a correr junto al Duero por la finca de sus abuelos, que su primera pista fue el Vagüero y que sus primeros saltos los realizó entre acerolos y cerezos. También rememoró su etapa en el colegio Amor de Dios, el olor de la Azucarera, la época de "castañinas" o las carreras por San Francisco jugando al stop.

De su adolescencia en Toro recordó su paso por el instituto, que "ya éramos oficialmente mayores cuando entrábamos al To Guay", o la fiesta de los quintos que suponía el paso a la "independencia". El destino y sus cualidades para el atletismo hicieron que la pregonera tuviera que abandonar Toro, ciudad de la que presume en todos los rincones del mundo. Y es que, allá donde va, la pregonera habla de las virtudes y encantos de su tierra y de sus gentes porque "todo lo que se fermenta en Toro, no solo la uva, es de Denominación de Origen y de calidad". No olvidó Álvarez hacer referencia al pasado de Toro, "Ciudad de leyes y reyes", al presente, "regado por el Aqva de Las Edades del Hombre" y el futuro que "está en nuestras manos". Y es que, para la pregonera, tanto los toresanos que residen en la ciudad como aquellos que están fuera, "debemos ser embajadores de nuestra tierra porque merece la pena vivirla". Por último, reconoció el trabajo de quienes le inculcaron su pasión por el deporte, en una época en la que Toro no contaba con una pista y "corríamos por los caminos" y deseó felices fiestas a los toresanos.