1 de marzo de 1476. Esa fecha quedará para siempre marcada en la historia de Toro debido a que fue uno de los momentos más importantes de su dilatada historia con motivo de la celebración de la batalla entre Juana la Beltraneja e Isabel la Católica por el trono de Castilla y de León. Una disputa de las tropas portuguesas frente a las leonesas y castellanas en la que el papel de Fernando el Católico "fue determinante" en el devenir de los acontecimientos como asegura el leonés José María Manuel García-Osuna y Rodríguez, médico de familia y doctor en historia antigua y medieval. Una figura la de este rey que ha sido analizada en profundidad García-Osuna y que recoge en su libro "Breve historia de Fernando el Católico".

De esta forma y en relación a la importancia de su actuación en dicha contienda, el historiador leones afirma que "Fernando el Católico infligió una dura derrota a los portugueses orquestando perfectamente esa batalla. Una victoria que es esencial para la reconquista de Zamora y determinará que quién va a marcar las normas a partir de ese momento sea Isabel y no Juana. Además, la planificación militar por parte de Fernando es impecable. La utilización de la caballería y la artillería es esencial por parte del rey y las tácticas de ataque que dejaron sorprendidos a los portugueses".

Una disputa que Isabel, como asegura García-Osuna, "tenía muy claro lo que era, pretendía y conseguiría. Cuando es preguntada por el arzobispo de Toledo, Alfonso Carillo, la razón de su reclamación al trono ella contesta textualmente: "Porque yo soy la reina y sucesora de estos reinos de Castilla y de León"".

Por otra parte, a raíz de la disputa de la batalla de Toro, "la ciudad alcanza un mayor peso del que tenía para la corona siendo además premiada por los reyes por su simpatía hacia ellos". Un matrimonio que como explica García-Osuna "tenía una relación magnifica".

En cuanto a la figura de Fernando el Católico, el historiador leones asegura que "fue un hombre taimado, inteligente, hábil, pragmático y físicamente guapo para la época. Además, fue un político "pseudo estricto" (para él, el fin justifica los medios) y al que se le ha minusvalorado diciendo que estaba a la sombra de la reina y no es así. Él es el que decide, manda y gobierna y no va permitir que Isabel dictamine por delante de él aunque acepta que tomen decisiones conjuntas. De esta circunstancia viene el dicho tanto monta Isabel como Fernando que no es realmente así sino al revés ya que él firma delante siempre".

La ciudad de Toro volvió a ser determinante para la corona con motivo de la celebración de las Cortes en 1505 en donde se aprobaron las Leyes de Toro. Un periodo en el que Fernando el Católico ejercía de regente por decisión testamentaria de la reina y donde como afirma García-Osuna "la petición de incapacitación para su hija Juana fue un duro golpe para él debido a que estaba muy unido a ella".

Esta solicitud se debía principalmente a los recelos hacia su yerno, Felipe "el Hermoso", al que consideraba un "botarate", Una relación tormentosa entre ambos donde la provincia volvió a ser determinante para la corona con la firma de la concordia de Villafáfila, el 27 de junio de 1506, y al día siguiente en Benavente. Un acuerdo donde Fernando se retiraba a Aragón y aceptaba la designación de Felipe como rey de Castilla y de León ya que "era consciente de que los nobles no le querían y, como era muy hábil, sabía que antes o después volverían a acudir a él como así ocurrió".

En cuanto al final de su vida, fracaso en su intento de volver ser nombrado rey y tener un descendiente directo ya que, tras su matrimonio con Germana de Foix, dado que su hijo Juan murió a los días de nacer y en el que tenía depositadas las esperanzas "de presentar ante las Cortes un legítimo heredero".

En definitiva, un rey que se rigió por sus propias convenciones donde tanto la ciudad de Toro como la provincia de Zamora fueron testigos directos de algunos de los momentos más importantes de su vida.