Las penurias y la hambruna que marcaron a la sociedad española durante la Guerra Civil obligaron al Monasterio de Santa Sofía de Toro a vender una magnífica escultura de Sebastián Ducete, "Cristo a la columna", que formaba parte del retablo mayor de la iglesia del convento. La generosidad de la Galería Caylus de Madrid, que hace años adquirió la escultura, y la implicación de una de sus trabajadoras, Cristina Uribe, han permitido que "Cristo a la columna" retorne a su "casa" durante seis meses, en los que volverá a exponerse en el retablo mayor de la iglesia del cenobio para que pueda ser admirada por la comunidad religiosa y los toresanos. Esta pieza fue trasladada ayer a la ciudad para su posterior montaje en el retablo en el que permanecerá durante seis meses, regreso que suscitó la emoción de las religiosas que habitan el convento porque, como resaltaron, "Jesús regresa a su casa".

Recordaron Las Sofías que durante la Guerra Civil, las hermanas que en la época habitaban el convento se vieron obligadas a vender dos de las esculturas creadas para el retablo mayor, "Cristo a la columna" y "San Pedro en lágrimas", porque "tenían hambre". El precio de venta de la obra que ayer regresó al cenobio pudo rondar las 500 pesetas y, al parecer, tras su salida de Toro fue puesta a la venta en el Rastro de Madrid, aunque no se volvieron a tener noticias de la escultura hasta que, en 2013, fue subastada en Barcelona. La galería Caylus adquirió la obra de Sebastián Ducete e inició el preceptivo trabajo de investigación para conocer su origen y, tras un exhaustivo estudio, llegó a la conclusión de que procedía del convento de Santa Sofía de Toro. La casualidad o el destino provocaron que una de las trabajadoras de la Galería, Cristina Uribe, visite con asiduidad Toro, ciudad natal de su pareja. En uno de estos viajes para conocer la exposición Las Edades del Hombre, para la que Caylus ha cedido una obra, decidió acercarse al monasterio para intentar recabar más datos sobre la pieza y conocer si existía un registro que aportara más datos sobre la escultura, pero tras escuchar el relato de las hermanas, "me conmovió la historia". A su regreso a Madrid, Uribe planteó a los directivos de Caylus la posibilidad de que la pieza pudiera quedar "en depósito" durante seis meses en el convento, propuesta que fue acogida de buen grado e incluso la Galería, por deferencia con Las Sofías, asumiría el 50% del precio de venta de la talla para que "Cristo a la columna" pueda regresar de forma definitiva a Toro. Destacó Uribe que la idea es que algún organismo, institución o un "mecenas" pueda adquirir la escultura para que, si se materializa la operación de venta, "pueda devolverla a la comunidad religiosa y que regrese a su lugar original". Incluso, Uribe se ha ofrecido para mediar con el Museo Marès de Barcelona para que la segunda pieza que falta del retablo, "San Pedro en lágrimas", que en 1932 fue adquirida en el Rastro madrileño por Federico Marès, pueda exhibirse también durante un tiempo en el convento y para que los toresanos puedan volver a admirar el grupo escultórico original.

Fundada en 1988 por Enrique Gutiérrez de Calderón, José Antonio de Urbina y Peter C. Glidewell, Caylus ha hecho gala de una gran generosidad, un gesto que ha emocionado a Las Sofías de Toro que, como reconocieron, "hemos rezado mucho para que Jesús vuelva a su casa". También agradecieron públicamente la implicación y el esfuerzo realizado por Uribe que, desde que tuvo conocimiento del origen y la procedencia de la pieza, ha intentado que la ciudad pueda volver a disfrutar de ella, aunque sea por seis meses, y "sensibilizar" a organismos o entidades para que valoren la posibilidad de adquirirla.

La ficha técnica de "Cristo a la columna", redactada por el historiador Luis Vasallo Toranzo y facilitada a este diario por la Galería Caylus, revela que la obra de Sebastián Ducete es una madera tallada dorada y policromada, datada en 1605 cuya procedencia es el Monasterio de Santa Sofía de Toro.

Este informe destaca que, a finales del siglo XVI, surgió en Toro un taller regentado por Sebastián Ducete, escultor nacido en 1568. En 1593, por la muerte de su padre, Ducete tuvo que regresar a Toro para hacerse cargo del taller familiar, época en la que heredó los escasos contratos paternos y en la que se acercó a su tío, el también escultor Juan Ducete, con la intención de darse a conocer en el mercado local. El fruto de esta colaboración fueron dos imágenes destacadas, una Virgen con el Niño para la iglesia de Santa Catalina de Toro y una Dolorosa para un Calvario de Pinilla de Toro. El Monasterio de Santa Sofía encargó en 1597 al entallador Tomás de Troas y al pintor Alonso de Remesal la fabricación de un retablo, pero no sería hasta 1603 cuando se le dio el impulso definitivo de la mano del también entallador Gaspar de Acosta, quien contrató a Sebastián Ducete para, según Vasallo Toranzo, ejecutar las figuras de bulto y los relieves que debían sustituir las pinturas previstas inicialmente.

El cambio del pintor por el escultor fue deseo del cenobio de monjas premostratenses y, aunque según el contrato, Ducete tenía que terminar las seis imágenes de bulto del retablo en un año, la escasez de recursos económicos retrasó su entrega hasta 1609. A la muerte de Ducete en 1621 no estaba concluida la policromía y las imágenes de bulto de "Cristo a la columna" y San Pedro, fueron entregadas al pintor zamorano Cristóbal Ruiz de la Talaya que se había comprometido, según el historiador, a estofarlas como muestra de gratitud hacia el convento, tras aceptar a una hija suya como monja.

Sin embargo, la muerte se lo impidió y encargó a sus testamentarios que las mandasen policromar. La imagen que ayer retornó a Toro, según Vasallo Toranzo, es presumiblemente la primera elaboración de Sebastián Ducete de la iconografía de Cristo a la columna, acompañado o no de San Pedro, que reelaboró en varias ocasiones más tarde. En definitiva la obra "Cristo a la columna" es, para el historiador, "una buena muestra de la producción de un escultor muy personal, que supo evolucionar desde el tardomanierismo hacia el naturalismo y que tuvo la inteligencia de asociar a su taller a Esteban de Rueda, uno de los escultores españoles mejor dotados".