Con gran tristeza, los toresanos despidieron ayer con merecido rigor a don Carnal tras cinco intensos días en los que, ni la adversa meteorología, ha conseguido deslucir unas fiestas entrañables y, sobre todo, muy divertidas. El grupo "Rurro Teatro" fue el encargado, un año más, de organizar el desfile del entierro de la sardina que recorrió las céntricas calles de la ciudad para poner el broche de oro a los antruejos toresanos. El cortejo fúnebre integrado por las apenadas plañideras de riguroso luto y hombres vestidos con sombrero y capa o caretas negras, escenificó a la perfección tan amarga despedida, aunque durante el recorrido no dejaron de bailar al ritmo que marcó una charanga. En el desfile tampoco faltaron las bendiciones del falso obispo y sus dos monaguillos. Los participantes en el entierro de la sardina hicieron las pertinentes paradas para degustar los alimentos y bebidas que las murgas comparten con los toresanos en la despedida de las fiestas.

Tras estas paradas, el cortejo fúnebre finalizó el recorrido en la Plaza Mayor donde numerosas personas aguardaron pacientemente el emotivo momento de la quema de la vistosa sardina que desfiló en carroza por las calles y que fue colocada sobre un soporte de madera en La Glorieta para ser incinerada. En la despedida de los carnavales, los toresanos volvieron a demostrar que saben convertir cualquier evento en una gran fiesta y que fue clausurada con el reparto de sardina y vino de Covitoro. En la gran sardinada colaboraron varios negocios hosteleros de la zona.