Con profundo respeto los toresanos revivieron ayer uno de los momentos más singulares y emotivos de su Semana Santa cuando, en la noche del Miércoles Santo, la ciudad enmudece al paso de la impresionante imagen del Cristo de la Expiración. Los hermanos y hermanas de la cofradía del Santo Sepulcro y la Soledad se congregaron en la iglesia del Santo Sepulcro para esperar, con emoción contenida, el inicio del Vía Crucis Procesional, más conocido como Procesión del Silencio. De forma ordenada, los cofrades abandonaron el templo y completaron el corto trayecto que lo separa de la plaza de La Glorieta en la que, un año más, se celebró el juramento del silencio, un acto cargado de solemnidad y que cautiva a todos aquellos que tienen la oportunidad de presenciarlo.

Ante la bella imagen del Cristo de la Expiración, el párroco José Luis Miranda, pidió a todos los cofrades que juraran guardar silencio durante el largo recorrido del Vía Crucis por las angostas calles del casco histórico. Arrodillado ante la imagen, el alcalde, Jesús Sedano, se dirigió posteriormente al Crucificado para ofrecerle el silencio de una ciudad que calla a su paso y para pedirle protección. En este solemne acto, el alcalde también imploró al Cristo de la Expiración que "se cumplan nuestros proyectos, que se hagan realidad nuestras ilusiones y se desvanezcan nuestros miedos" para, acto seguido, pedir a los toresanos que guardaran silencio durante el paso del desfile. El juramento fue cerrado por el Coro Interparroquial y las voces de los componentes de esta formación dieron paso al sonido del tambor que fue el encargado de marcar el ritmo de la procesión y de los cargadores que portaron el Cristo de la Expiración, una talla del siglo XVII cuya autoría ha sido atribuida a los escultores Sebastián Ducete y Esteban de Rueda.

Los cofrades, vestidos con túnica negra, caperuz blanco y la cruz de Malta en el capillo no quebrantaron su juramento en su recorrido por la Cuesta Empedrada, plaza de la Merced, Pajarinas, plaza de la Magdalena, Tablarredonda, San Pedro, plaza de San Juan o Plaza Mayor. Tras pasar de nuevo por delante de la iglesia del Santo Sepulcro el Vía Crucis procesional prosiguió hasta el paseo del Espolón para recogerse en La Colegiata en la que aguardaban numerosos toresanos para sumarse a los cofrades en el emotivo canto y rezo de las "Cinco llagas". La procesión concluyó con la adoración de la imagen de Jesús Yacente, postrada junto al altar mayor de la Colegiata.