La historia reciente ha tratado muy mal a uno de los emblemas de la ciudad de Toro. El deterioro y el paso del tiempo no son buenos aliados. Como tampoco lo es el olvido al que ha sido sometido por los diferentes gobiernos que han manejado la región. El Puente Mayor vive una situación muy dura, aunque es ahora cuando cuenta con más defensores en sus filas. La Asociación ProCulto, en colaboración con el historiador Navarro Talegón, organizó la última conferencia sobre el tema para desgranar los entresijos de esta infraestructura de vital importancia en la historia de la ciudad.

«No es aceptable que este puente, con la historia que tiene detrás, esté actualmente en las condiciones de conservación en que se encuentra», sentencia José Navarro Talegón tras analizar punto por punto la historia de vida del monumento desde los famosos sillares de época romana. Un recorrido de más de mil años en los que la ciudad va cambiando, pero el puente es el ojo que todo lo ve.

«No se puede decir que exista un origen romano del puente, puesto que no hay visos de elementos constructivos, sino que lo que aparecen son sillares que son posteriormente reutilizados», comienza Navarro Talegón. Una explicación de importancia, dada la falsa creencia de la existencia de una edificación perteneciente al imperio de Roma antes del puente que ahora se conoce, que pertenece al siglo XII.

Uno de los primeros documentos en los que aparece la figura del Puente Mayor pertenece al año 1222. «Se trata de un fuero promulgado por el rey Alfonso IX en el que exime del pago de tributos al Maestre del puente», explica el historiador. Es esta, por tanto, una fecha orientativa con la que poder situar su construcción.

No obstante, el proceso de levantamiento del puente fue largo y costoso. «Se puede decir que el puente fue un cáncer para la ciudad a nivel económico, dado el alto gasto que implicó su construcción», comenta Talegón. Una situación que, paradójicamente, resulta inversamente proporcional a la actual, en la que el puente no se toca por falta de financiación.

Sin embargo, es a partir del siglo XIX cuando el histórico monumento comienza a tener ese tipo de actividad que lleva inequívocamente a los libros de historia. En el año 1812, durante la guerra de la independencia española, el puente de Toro resulta volado en dos de sus arcos, provocando su derribo. «Este capítulo ocurre durante la invasión francesa, pero, por contra de lo que habitualmente se dice, es el general Wellington y no los vecinos el que ordena la voladura», declara Talegón. Un episodio por el que también pasó el puente de piedra de Zamora, aunque con un resultado menos devastador.

Ya en la época más reciente, Talegón incide en la figura de Claudio Moyano, quien, en 1957 y en calidad de ministro de Fomento, decide reconstruir los dos pilares dinamitados y recuperar así este emblema medieval de la ciudad de Toro.

En definitiva, se trata de una historia de vida más que digna que a día de hoy camina de la mano del olvido. «Es un atropello lo que se está haciendo con esta obra, porque probablemente el puente hizo que la ciudad sea lo que es ahora», sentencia José Navarro Talegón.