El toresano Ernesto Berger ha sido elegido por la Junta Pro Semana Santa, de forma unánime, como pregonero de la Pasión de este año, lo que él considera «un honor». El presidente del órgano de cofradías, Ángel García, ha destacado su convencimiento de que «hará un pregón muy de Semana Santa porque es toresano de pura cepa, muy amante de la ciudad, por la que ha trabajado desinteresadamente». Además, Berger pertenece a la Cofradía del Santo Sepulcro y la Soledad desde que era niño, así como a la Cofradía de la Santísima Virgen del Canto, de la que ha sido tesorero.

-¿Cómo reaccionó cuando le comunicaron su elección como pregonero de la Semana Santa de este año?

-Considero que es un honor y una alegría que piensen en mí. Al principio la noticia me sorprendió, y me pregunté por qué me proponían a mí. La propuesta me la hizo el presidente de la Junta Pro Semana Santa, Ángel García, y al principio pensé que yo no sabría qué decir, porque yo cada año asisto a las procesiones de Toro, pero de ahí a que yo hable... hay una distancia muy grande. Así que me lo pensé, porque además mi mujer tiene programado ir en esas fechas a Londres porque tiene que hacer de babysitter de los nietos. Pero ella me animó porque a mí me hace ilusión y creo que es un honor que hayan pensado en mí. Claro, que ahora otra cosa es que yo pueda cumplir con esa tarea.

-¿Qué cree que puede aportar para que le hayan elegido como pregonero este año?

-Creo que esa pregunta habría que hacérsela a la Junta, porque la verdad es que yo no lo sé. Estos últimos años he ido viendo que elegían a personas ligadas a Toro, aunque vivan fuera, gente con una vista de la Semana Santa desde fuera, y quizá sea eso por lo que me han elegido también a mí.

-¿Puede desvelar algún detalle del pregón que está preparando?

-Haré algo personal, porque el desarrollo de la Semana Santa lo saben todos, pero no lo que yo siento sobre la Semana Santa, que la he vivido por etapas, primero de niño y después de mayor, con un espacio entre ambas etapas en las que no he estado presente. Se va a basar en la Semana Santa a lo largo de mi vida, es decir, en mi vivencia de la Semana Santa con influencias de aquí y de allá, con diversas opiniones, y haciéndome preguntas sobre ella y su situación, aunque sin dar soluciones porque no las tengo. Depende mucho de lo que cada uno sienta.

- ¿Cómo espera que resulte el día del pregón?

-Voy a sentir que mi mujer no esté aquí ese día, pero no podemos cambiar la situación, ya que la prioridad la tienen los nietos en vez del marido. Pero tengo aquí familiares que me apoyarán. Espero que vaya bien y que guste el pregón, y espero poder llenar ese espacio que se me da. Desde luego, hablar me gusta, así que sólo falta que encuentre la conexión con el público.

- ¿Y tal vez que refiera vivencias con las que coincidan los asistentes, o que les hagan pensar?

-Quizá que les hagan pensar, porque si hablo sobre la historia de la Semana Santa sólo repito lo que todos los toresanos saben mejor que yo, de modo que será «made in Ernesto Berger».

- Considera, por tanto, que tal vez pueda aportar una otra visión de la Semana Santa...

- Posiblemente sí. Al fin y al cabo, la Semana Santa la he visto un poco por todos los lados... y también a intervalos.

-¿Cómo es la visión que tiene de la Pasión toresana?

-Cuando era niño me gustaba ver las iglesias cuando tapaban las cruces con esos paños morados. Yo iba con mis tías, que tenía muchas, y al principio estaba un poco pasivo, pero me gustaba. De pequeño fui cofrade del Santo Sepulcro, y me gustaba ir con mis tíos, con el capuchón, la túnica y el cirio, y me gustaban las procesiones, aunque no puedo decir que fuera un fervoroso cofrade. Pero después dejé de venir a Toro en Semana Santa.

- ¿En esa época echaba de menos la Semana Santa?

-La verdad es que no mucho. Como venía en verano, Toro no me faltaba. Luego, al volver a Suiza cambiabas el chip y entrabas de nuevo en otras costumbres. Sin embargo, continué perteneciendo a la Cofradía del Santo Sepulcro, gracias a mis tías, y llegó el momento en el que me comunicaron que iba a ser Abad, y fue eso precisamente lo que me impulsó a regresar a la Semana Santa toresana. De eso hará unos 20 años. Para ejercer de Abad me hice una túnica nueva, y así retomé la costumbre de volver en la Semana Santa, y reconozco que me gustaba. Y como para entonces mis hijos ya eran casi independientes, ya podíamos venir nosotros, mi mujer y yo, más a menudo.

-Por tanto, de alguna forma, fue el ser Abad lo que le trajo de nuevo a la Semana de Pasión de Toro...

-Sí, porque cuando volví para hacer la fiesta me gustó participar en la Semana Santa, me gustó volver a ella. Además, teníamos unos familiares que también estaban integrados en la Cofradía. Y así volví otra vez a estar en Toro en Semana Santa.

-¿Continuaba como la recordaba, o había experimentado cambios?

-Había más gente, se había abierto un poco más al turismo. Cuando yo era pequeño, antes de irme a Suiza, casi toda la gente era de Toro, también porque no se tenía la posibilidad de viajar igual que actualmente, mientras que ahora hay mucha gente. En muchas ocasiones tengo la impresión de que antes había más gente en la procesión que mirándola, y ahora hay más gente mirándola que en la procesión.

- ¿Qué opina sobre esa apertura a los visitantes, sobre todo con su declaración de Interés Turístico Regional?

-Por una parte, lo comprendo y lo acepto, puesto que son cambios que hay, también por las tecnologías modernas, y hay que aceptarlos. Ahora, que yo lo apruebe o no, eso ya es otra cosa. Tengo la impresión de que algunas procesiones son tranquilas y austeras, como la de Miércoles Santo, y en cambio hay otras, como la segunda parte de la de Viernes Santo, de la Colegiata a Santa Catalina, que a lo mejor tiene un porcentaje más alto de turismo. Pero es muy subjetivo. Seguramente, en un pueblo de 500 habitantes en una sierra, la Semana Santa seguirá siendo igual ahora que hace 50 años, pero Toro tampoco es lo mismo que hace 50 años.

-Como ventaja, este aumento del turismo consigue que Toro y su Semana Santa se conozcan más...

-Sí, porque Toro se ha conocido siempre por la Colegiata, por su historia... El turismo en España empezó por la costa, pero cuando se fue adentrando en el país descubrió lo bonito que es, pues allí se encontraban con otra España completamente diferente. Luego Toro también se dio a conocer por el vino, pues empezó a exportarlo. La Semana Santa, el que la quiere vivir austera puede hacerlo, tanto viéndola como participando en ella, y el que no quiere puede pasar esos días de otra forma.

- ¿Qué es lo que más le gusta de la Semana Santa de Toro?

-La procesión de Miércoles Santo y el canto de «Las cinco llagas», así como el recogimiento que los acompaña, porque es el momento cumbre en el que me volví a dar cuenta de la Semana Santa toresana. También es donde no hay turismo como tal, sino que los que van allí a la una y media de la mañana son toresanos a los que les gusta eso.

- Y en cuanto a imágenes, ¿cuál o cuáles destaca?

-La que me encanta es la del Cristo Yacente de la noche de Viernes Santo, y si puedo, me gusta ponerme a su lado. Es una imagen que yo asocio con mi niñez porque para mí hay tres cosas que se me quedaron grabadas y que para mí son sus tres pilares, el Miércoles Santo, el cirio que llevábamos en aquel entonces y el Cristo Yacente, aunque también el Cristo atado a la columna.

Toro, 18 de febrero de 1941

Ernesto Berger, al igual que su madre, es toresano, aunque él desciende de padre suizo. Tras estudiar Bachillerato en los Padres Escolapios de Toro, cuando tenía quince años se trasladó con su familia a Suiza, donde realizó sus estudios de Ingeniería Química y el Doctorado, en la Escuela Politécnica Superior de Zurich.La familia pasaba los veranos en Toro, y así, «al igual que hizo mi padre, también yo me casé con una toresana», con la que tiene tres hijos. Su primer trabajo lo desarrolló en una empresa de cauchos, y de allí pasó a una multinacional. Después ha dirigido empresas en países como Suiza, Alemania, Francia y Portugal, para terminar en Toro, donde regresó ya jubilado, «pues después de recorrer mundo hemos decidido vivir aquí, aunque nuestros hijos residen fuera». El dato curioso es que su abuelo, y después su madre y sus tías, tenían el Hotel París, que estaba en Santa Marina, aunque su abuelo le cambió el nombre por Hotel Lesmes.