La excavación arqueológica realizada en el entorno del Alcázar (S.XII) de Toro, previa a la redacción del proyecto técnico de las obras que darán continuidad al paseo del Espolón, han propiciado el hallazgo de la puerta que daba acceso a la fortificación en la zona sur, la cual formaba parte del segundo recinto amurallado de la ciudad, así como otra situada en la zona noroeste que se supone fue el engarce del tercer perímetro amurallado de Toro.

A la vista del descubrimiento, calificado de «francamente emocionante» por los expertos, los arquitectos redactores del proyecto técnico han solicitado a la Junta Castilla y León, quien financia la intervención dentro del programa Arquimilenios, la ampliación de las excavaciones arqueológicas.

Con ello se espera que «salgan restos suficientes que permitan insinuar cómo fueron las defensas de esta ciudad, que no fueron cualquier cosa», según apostillo ayer al respecto al historiador José Navarro Talegón tras ser consultado por este diario. Por su parte, fuentes relacionadas con la redacción del proyecto técnico han matizado que «a la vista del resultado de las excavaciones se está planteando cuál sería la manera más lógica de seguir con el recorrido perimetral del castillo», ya que, señalan, «es posible que tengamos que poner en valor esa estructura».

La puerta sur que ha aparecido con las excavaciones supone que se hará visible la única que se conserva en la ciudad correspondiente al segundo recinto amurallado, de ahí la importancia del hallazgo.

Navarro Talegón ha subrayado que de momento se trabaja con «hipótesis de trabajo», pero si ha podido corroborar que este acceso es «idéntico» a otros vestigios de la muralla ya documentados por él, como es la llamada puerta de Morales, que estuvo situada en la calle de San Lorenzo y que fue lamentablemente destruida hace años con la realización de unas obras para la instalación de la línea telefónica. Según el profesor Navarro, ambas puertas tienen «la misma sillería arenisca de la misma procedencia, así como el mismo aparejo de cal y canto rodado, que fue el más ostensible de la segunda muralla». A falta de nuevos datos que lo confirmen, las primeras conjeturas que se manejan indican que «es probable» que, debido a la fuerte erosión del terreno sobre el que se asienta la fortaleza, se optara por abrir una nueva puerta cuando se levantó el tercer recinto amurallado un siglo después de que se hiciera el anterior, siendo los restos de ésta los que ahora han sido también hallados. Este acceso está situado al noroeste, concretamente en la zona que tiene salida hacia el paseo del Carmen y que daría lugar al camino de San Román.

Las excavaciones realizadas hasta ahora han arrojado también datos sobre el asentamiento del castillo. Así, se ha podido determinar que está anclado en una lengua de terreno que sobresalía de la meseta sobre la que se asienta la ciudad «como si fuera una península», unida tan solo por lo que es ahora la Plaza de San Agustín. El resto de los lados del edificio se erigían sobre la peña natural existente en el terreno, en la cual fueron realizados taludes para dificultar el acceso del enemigo, de tal forma, explica Navarro, que la fortaleza «estaba inclinadísima sobre el sur, el este y el oeste». De esta forma, si finalmente se determinara recuperar la estructura original, el Alcázar «podría cobrar una esbeltez enorme, una imagen bastante imponente», como la que tenía cuando se construyó, aunque, «no del todo, como recuerda el historiador, porque los muros de la muralla están desmochados. La intención, por tanto, de la ampliación de las excavaciones es también poder determinar los niveles originarios del suelo del entorno para que la intervención actual se ajuste a los restos descubiertos.

Por otra parte, las intervenciones previstas en este entorno contemplan también la realización de catas en el lugar dónde antaño estuvo el foso del castillo, que fue sustituido por el viejo depósito de agua de la Plaza de San Agustín.

Navarro Talegón ha avanzado que se sabe que la cavidad defensiva está «destrozada en parte», aunque las excavaciones dirán finalmente «si quedan restos del puente del que hablaba en sus crónicas Pedro El Cruel», construido para salvar el foso y poder acceder a la fortaleza. Es probable, así mismo, que los arqueólogos se puedan topar con restos de las actuaciones que hizo en el Alcázar Juan de Ulloa cuando le asediaron las tropas de los Reyes Católicos, siendo ésta precisamente la última función militar que tuvo el edificio.

Al haber desaparecido prácticamente toda la documentación relativa a la época medieval de Toro, debido al incendio que sufrió el archivo municipal, hay que servirse de testimonios plásticos que permitan calibrar la importancia histórica que tuvo la ciudad y de ahí el significado que pueden adquirir los datos que se obtengan de estas excavaciones arqueológicas, que han sido realizados por la empresa adjudicataria, «Aratikos Arqueólogos».

Al margen de los vestigios defensivos, han aparecido otros elementos «curiosos» como unas pequeñas bañeras que probablemente fueron las que se usaron para lavar o teñir las pieles del antiguo matadero, además de una antigua atarjea o desagüe de aguas residuales que podría datar del siglo XIX.