Los niños y los jóvenes fueron ayer protagonistas en el inicio del Carnaval 2010, y es que no queda centro académico que no organice su propia fiesta, de manera que desde primera hora de la mañana ya se pudieron ver disfraces por todos los rincones.

En los colegios la mayoría de los alumnos y muchos profesores acudieron a las clases disfrazados. En el Hospital de la Cruz, además, los pequeños desafiaron el intenso frío realizando una representación de cuentos infantiles (El flautista de Hamelín, Caperucita Roja, Cenicienta, El soldadito de plomo, El pastor y el lobo) en el patio del centro, donde no faltó la música y el baile. Ya dentro del programa oficial, a primera hora de la tarde las calles acogieron el primero de los desfiles de Carnaval, el llamado de los «Chupetines», en el que participaron los alumnos de la guardería pública «Virgen del Canto» con disfraces elaborados en el propio centro con materiales reciclables. Muñecos de nieve, jardineros y flores, paquetes de regalo, manteles, pintores, tigres y corazones fueron los disfraces que lucieron durante el recorrido desde la propia guardería hasta la plaza mayor, donde les esperaba en la carpa el reparto de caramelos y una fiesta. Durante el trayecto estuvieron, además, acompañados por una charanga.

Caída la noche y antes de que se iniciara el pregón, comenzaron a verse los primeros disfraces a la moda de los años 60 lucidos por los más jóvenes, los que tuvieron que regresar a casa a hora más temprana debido a su edad.

Pese a las temperaturas bajo cero, nadie que tuviera preparado el disfraz se quedó en el sofá de su salón; más abrigados, con bufandas y guantes, pero nadie quiso perderse una fiesta que cada año gana en ambiente y en la calidad de los disfraces, que reproducen y emulan con perfección los diseños de la «época prodigiosa».

El detalle se cuida de tal manera que las peluquerías de la localidad no dan a basto a lo largo de la jornada para atender a las numerosas clientas que piden cita para lucir un peinado acorde con el atuendo. Cierto es que en la calle casi no se veía un alma, pero los disco bares toresanos se abarrotaron de público que no paró de moverse a ritmo de twist y rock and roll.