Las llamativas ruinas de la antigua iglesia del Salvador en Abezames, emplazadas en un cerro y que aparentan ser los últimos vestigios de una fortaleza, constituyen hoy día un entrañable valor arquitectónico y una fuente de preocupaciones por cuanto que a esta atalaya gustan de subir los vecinos para disfrutar del sol, de la conversación y de las panorámicas paisajísticas, que se ofrecen más que saludables para los que aman y sienten la campiña.

El Ayuntamiento de Abezames, presidido por Donato Rodríguez Hernández, lleva años exponiendo ante las administraciones y el Obispado la necesidad de actuar sobre estos restos por el riesgo que suponen para las personas que eligen este mirador. «Están cada vez más deteriorados. Hemos reclamado varias veces una intervención pero parece ser que el Obispado no ha dado contestación, y la Junta de Castilla y León tampoco».

Rodríguez Hernández no quiere proceder sobre estos restos «porque el Ayuntamiento dispone de la titularidad y teme que si procede se le echen encima las administraciones y digan algo». A la vista de que nadie quiere saber nada del asunto, no descarta «poner a la venta un arco que tiene muy bonito», ante la convicción de que entonces saldrá a escena algún responsable del desatendido y preocupante patrimonio. «Es la señal del pueblo. Se ve de muy lejos y la gente no quiere perderlo. Pero así estamos. Si el Ayuntamiento fuera el titular recurriríamos al Ministerio de Cultura pero al no tener papeles ni nada no sabemos de quien es» subrayó.

La Alcaldía reafirma que «el lugar tiene peligro. Es un sitio muy bueno porque se ve todo el campo cuando está verde y cuando está seco. A la gente le gusta».

El ex comisionado de Patrimonio Cultural de Zamora, José Navarro Talegón, realizó en el año 2002 un informe sobre las citadas ruinas al Ayuntamiento. Según señala, «las ruinas de la antigua iglesia del Salvador están situadas sobre un montículo que daría asiento a la población medieval y al castillo que en 1420 documentamos en el alfoz de Toro».

Añade que «todavía mantenía carácter de parroquia en la segunda mitad del XIX, pese a la ruina parcial que forzó a cerrarla al culto por el año 1853, pero existencia de otra iglesia parroquial más sólida, dedicada a San Miguel y situada en el llano, la pérdida de feligreses -y de ingresos con el descenso y reagrupación de la mayor parte del caserío en torno a la segunda mitad y las relaciones hostiles entre los párrocos, terminaron propiciando su supresión y hundimiento».

Talegón señala que «tal ruina, en posición eminente, es un referente para el pueblo y entraña un incuestionable interés testimonial, acrecentado, además, porque antaño albergó el grandioso retablo, disperso tras su enajenación, cuyas pinturas atribuyó Post al maestro de Abezames», Navarro añade que «de la iglesia subsisten la fachada meridional, incompleta, aparejada por sillarejos calizos de la terciaria, salvo en la portada, que compone un arco de medio punto con grandes dovelas lisas. Sobre el trasdós destaca una serie de impostas rudas, en la que apearía la carrera de la cumbre de la cubierta del colgadizo del pórtico o cabildo, ya desaparecido. Dos aspilleras adinteladas calan el muro. Todo ello data de la primera mitad del siglo XVI. A la derecha de la entrada se adosó una capilla cuadrada, que debió de constituir una respetable expresión del barroco, a juzgar por lo subsistente: gruesas pilas estructurales de mampuesto chapadas al exterior de sillares o ladrillos -arrebatados intencionadamente para reutilizarlos cuatro arcos torales de medio punto, en ladrillo, pechinas, anillo con friso de triglifos en yeso y restos de un tambor, bien articulado por pilastras y calado por ventanas, que cubriría una media naranja, todo en ladrillo estucado. Sabemos que fue fundada por el párroco Juan Gómez del Castillo a comienzos del S.XVIII y que fue dedicada a la Virgen del Carmen. Recientemente han despojado de ladrillos a la pila noreste y a la tangente del arco de embocadura, restando estabilidad a la sugerente reliquia».

El ex comisionado aconseja en su informe que «deben mantenerse, pues, las gentes del lugar así lo quieren». Y añade que «se pueden consolidar a poco coste. Sólo en el caso de que no hay recursos para financiar la consolidación se podrá autorizar la demolición del paño mural desplomado evitando el peligro que supone para quienes transitan por aquel paraje».

Navarro Talegón expresó anteayer sobre el particular sus desconfianzas sobre la consolidación. «Es luchar contra las tempestades. La gente está equivocada. Nos engañan de continuo. Intervienen y da la sensación de que aquí sólo hay románico en la ciudad, pero en los demás pueblos está abandonado a su suerte porque los que cobran para dignificar el patrimonio se dedican a engañar y se gastan el dinero en fuegos artificiales».