Dice el refrán castellano que "Secreto es lo que sabemos dos: Dios y yo"; y los toresanos lo convierten en una auténtica máxima en sus fiestas de Carnaval, porque ningún "carnavalero" que se precie revela cuál va ser su disfraz para no romper el efecto sorpresa en los diferentes actos a los que acuden.

Hace una década que el joven Antonio Fortuoso se deja la piel en las Carnestolendas toresanas participando en las parodias del Domingo Gordo, en el desfile del Martes de Carnaval y, como no, en las animadas noches festivas. Para él, ese secretismo en torno a los disfraces «es la auténtica salsa del Carnaval», porque «lo mejor de todo es que llegue el día y todos se sorprendan de lo qué vas y que uno se pueda sorprender de lo qué van los demás». Antonio considera que en general se respeta ese hermetismo «y la gente te pregunta sí vas a salir, pero no de qué vas a ir disfrazado». Una opinión que no es compartida por otros de los que hacen el Carnaval, que aseguran tienen que sortear como pueden la curiosidad de la gente. Nicolás de Córdoba dice que ya desde muy temprana edad ponía ese celo en ocultar el motivo de su traje y ahora pone el mismo interés en concienciar a sus tres hijos, Roberto, Pablo y Hugo, «para que no digan en el colegio de qué van a ir». Ni siquiera la incontinencia verbal del más pequeño puede poner en peligro la sorpresa, porque, como cuenta su padre, «como sabe que su disfraz lleva una espada, en la guardería ha dicho que va a ir disfrazado de eso, de espada». Nicolás asegura que, pese a que en Toro todos saben que lo del disfraz es el secreto mejor guardado, hay quien insisten «y me paran por la calle o me preguntan en la tienda de qué vamos este a año»; y la respuesta es siempre la misma: «ya lo verás».

Herminia Jiménez, que se encarga de dirigir una murga integrada por una veintena de niños, es una de las veteranas del Carnaval y sabe bien de que habla cuando dice que «siempre ha habido ese secretismo para no chafar la sorpresa». Sin embargo, a diferencia de los otros, Herminia dice que «a veces han intentado averiguar de qué vamos preguntando en las tiendas donde compramos cosas del Carnaval o a otras personas». Ella cree que «nos quieren putear un poco, porque es para salir ellos igual», aunque asegura que nunca les han logrado copiar el disfraz. Los disfraces de las murgas son los primeros que salen a la calle en los Carnavales, después de las Fiestas de los Años 60 del viernes por la noche. Para Herminia, la «emoción» que afirma sentir en el recorrido que hacen el sábado por la noche camino del teatro para participar en el Concurso de Coplas, es algo «que no se puede explicar, porque es la primera vez que nos ve la gente con nuestros trajes». Hace 30 años que participa en el Carnaval y siempre lo ha hecho como miembro de una murga, primero con la Peña El Arriero, de donde salieron después "Los Peseteros", después con "No me toques", y desde hace unos años con "Escocia", en la que participa también su marido y seis nietos. «Siempre he ido con murgas porque son las que llevan la música, y allí donde hay música voy yo», dice.

Antonio Fortuoso, por contra, siempre ha ido solo o como mucho en pareja (quién no recuerda de las geniales parodias del combate de boxeo o el partido de tenis en cámara lenta que montó junto con Peio), porque, como puntualiza, «ya es muy difícil que dos nos pongamos de acuerdo, cuanto más un grupo». Sin embargo, tiene claro que las murgas son «una parte muy importante del Carnaval» y lamenta que cada vez existan menos; por eso cree que «el Ayuntamiento debería potenciarlas como sea, darles algún incentivo para que haya más». A Nicolás también le gusta «ir por libre» (aún se recuerda aquella maravillosa escena de un niño jugando incansablemente con una pelota gigante durante todo el recorrido del desfile), aunque lo cierto es que en su casa hay para todos los gustos. Han participado en las parodias del domingo por la mañana en familia; Ana López, su mujer, lo ha hecho en grupo (fantásticos como miembros de la Banda de Música de Dormagen, por citar uno); y sus hijos no faltan al desfile infantil. En total para estas fiestas están confeccionando 13 trajes, a los que habría que sumar los que reciclan de años anteriores «para salir de noche». Reconocen que se gastan un buen dinero, pero no les importa, «porque invertimos en diversión». Después de tantos años y tantos disfraces, dice Nicolás que «las ideas se van agotando», aunque han tenido la suerte de que a lo largo de los últimos 14 años «nunca hemos coincidido con nadie». Y es que un carnavalero de pro, como lo son los toresanos, no preparan el disfraz de un día para otro. «Nada más pasar la Navidad ya nos ponemos en marcha», asegura Antonio Fortuoso, aunque mucho tiempo antes escudriñan revistas, películas... y hasta anuncios de TV (el pasado año Antonio ganó un premio disfrazado del árbol que sirve de símbolo a una compañía se seguros) por si les sirve de fuente de inspiración.