- "Hamlet", "Melibea", "Las comedias bárbaras", "Historia del zoo", "Háblame como la lluvia", "Nona"...De un repaso por las obras que usted ha interpretado o dirigido se deduce que huye de las piezas facilonas y opta por un teatro más comprometido, que invita a la reflexión.

- Si, la mayor parte. Incluso una de ellas, que es una comedia de Cristopher Duran, aunque era divertida y ha sido lo único que he hecho un poco más ligero, en realidad se trata de una obra muy ácida, corrosiva y muy inteligentemente planteada. Por lo demás hay teatro clásico, tragedias, dramas y con el último grupo en la escuela he hecho su trabajo de fin de carrera con "La importancia de llamarse Ernesto", de Oscar Wilde, que siendo también alta comedia no sólo es un trabajo en función de un divertimento, sino que hay un humor muy especial, muy absurdo y una crítica bastante demoledora.

- Todas estas obras también tienen en común, al igual que "La señorita Julia", que se trata de piezas clásicas pero universales, porque abordan temas que trascienden las fronteras del tiempo.

- Absolutamente universales. Digamos que es lo que lleva a la gente del teatro a vincularnos con un texto, el sentir como unas resonancias internas entre nosotros de afinidad, de entendimiento, de estímulo creativo, de necesidad de contar al unísono con el autor algo también muy específico y propio que tiene que ver con nuestro tiempo. Es muy importante el compromiso con lo que uno hace tanto desde la dirección como desde la interpretación; el autor cuenta una historia, pero el escenógrafo, el iluminador, el director y el equipo están resaltando un discurso escénico en donde se está optando por un concepto de montaje dentro de la historia que cuenta el autor, y los intérpretes hacemos nuestra esa historia y la contamos con nuestra aportación, visión y propio compromiso.

- Pero, ¿es este el teatro que ahora mismo demanda el público?

- Lo que ocurre es que dentro de un baremo hay algo como muy de consumo y dentro de lo consumible hay artículos que son de usar y tirar. El público aprecia aquello que le emociona, la prueba se tiene en esa proliferación de reality shows televisivos donde se busca la lágrima y la emoción fáciles y a veces hay una manipulación. El público, cuando se siente tocado por una historia, cuando se siente emocionado, estéticamente también, eso le llega, aunque a veces, dependiendo qué tipo de texto, qué época y qué tipo de público, quizás no llega a todos los niveles... nosotros trabajamos también contando y aclarando una historia para el público, no es una cuestión críptica e investigatoria para una élite, en absoluto, son historias que son entendibles. Quiero decir, que más que el público demande, al público hay que darle la oportunidad de vincularse con algo que le toque en sus sentimientos, en su razón, no sólo que le haga pensar, sino que le conmueva.

- La actriz Blanca Herrera, durante la presentación de "La señorita Julia", decía que estos son malos tiempos para "vender" el teatro porque cuenta con una dura competencia como son las series televisivas con las que se identifican rápidamente, de ahí quizá la importancia de educar para despertar el interés por el género teatral.

- Sí, además el teatro tiene una inmediatez, una presencia que, cuando está bien hecho, cuando concurren los hechos, la relación entre los actores, la acción y la progresión de todo lo que está ocurriendo, puede enganchar al público e involucrarle como hace el cine, aunque con otros medios y otro lenguaje.

- Ha dicho que trata de hacer obras entendibles, esto es importante en un momento en que también se hace mucho teatro vanguardista en ocasiones incomprensible para el público y que sólo parece ser aceptado desde el esnobismo.

- Podemos hablar de una coherencia de un discurso escénico y dentro de esto hay diferentes tipos de lenguaje, es decir, diferentes códigos, pero la función del director junto con el dramaturgo es clarificar el texto dramático y llevarlo al escenario; claro, cada obra tiene su propia exigencia de análisis y puesta en escena, quiero decir, que una vez que el director elige, lo importante es ser coherentes para traducir escénicamente sin perturbar la legibilidad, eso no quiere decir que esté desbrozado excesivamente, porque el espectador tampoco es tonto, se puede utilizar una simbología, unas imágenes, una poética escénica, pero llevando una coherencia con el tipo de opción que se toma, porque el público en principio va a entrar en la propuesta que tú le hagas, le puedes contar una película de terror o de los hermanos Marx, lo que está claro es que los gags de los Marx son diferentes a los de Hitchcock. Claro que se pueden hacer innovaciones y ahí está la necesidad de experimentación como lo hay en las otras artes, pero es verdad que ahí se cuela a veces mucho esnobismo.

«En Toro he encontrado valores relacionados con la cultura y el amor al teatro»

¿El teatro sigue siendo un vehículo de denuncia y reivindicación o ha sucumbido a otros medios que tienen más poder para lograrlo?

- Sigue siéndolo. De hecho me viene a la memoria que a Toro va a venir una obra que ha funcionado divinamente en Madrid, que es "Hamelin", de Juan Mayorga, que es tremendamente comprometida, porque aborda temas como la pederastia. Por mi parte la última que yo he hecho, "Algún amor que no mate", de Dulce Chacón, incide en el maltrato a la mujer y era sobrecogedora. En estos casos se abordaban temas tan de actualidad de una forma muy directa, aunque también muy poética, pero de una manera no tan explícita y directa, claro que sí, en muchos textos se hace denuncia.

- Los actores de Cuarteto Teatro han resaltado la calidad y la cantidad de programación que hay en un teatro como el Latorre, ¿está de acuerdo?

- Por no reiterarme añadiré que en Toro he encontrado algo insólito, sobre todo en esta sociedad en que prima la comercialización y el dinero, y es que he encontrado unos valores que están genuinamente relacionados con la cultura, con el amor al teatro, con la necesidad de fomentarlo y de tener unos criterios en la programación; el poner a disposición de compañías un teatro como éste y poder trabajar aquí quince días, el hacer del teatro la casa que está vinculada a esta profesión, es realmente algo muy valorable e insólito.