Más de doce millones de norteamericanos se congregaron ante el televisor para ver el episodio piloto de Touch, lo que, sumado a las excepcionales críticas, convierte esta serie en la más esperada de la temporada.

Es un drama con elementos de acción y espiritualidad new age. El argumento subraya la premisa que sustenta el relato: todo y todos estamos interconectados, aunque no lo parezca, y sólo algunas personas privilegiadas son capaces de encontrar los patrones escondidos en el entorno que, convenientemente descifrados, permiten predecir el futuro.

Una de ellas es el joven Jake, de 11 años, autista, que no deja que nadie le toque y no habla desde que perdió a su madre. A su padre, ex periodista, se le tranquiliza el ánimo cuando percibe que su hijo no ha dejado de comunicarse con el mundo, sino que lo hace de modo diferente. Un teléfono móvil perdido, que recorre medio mundo en diversas maletas y bolsillos, acabará poniendo en contacto a personajes tan dispares como un padre que quiere recuperar las fotos de su hija fallecida, un chaval de procedencia árabe destinado a ser una bomba humana o una joven irlandesa que sueña con ser cantante.

Concebida al estilo de la Babel de González Iñárritu, y con referencias constantes a las teorías de los “seis grados de separación” o “el hilo rojo del destino”, que explican cómo los humanos están unidos sin saberlo, Touch marca la vuelta al escenario catódico de dos pesos pesados: Kiefer Sutherland, el Jack Bauer de 24, y Tim Kring, creador de la legendaria Héroes.