Tribunales

Juicio a la viuda negra de Godelleta | "Es imposible hablar de eutanasia, fue un asesinato sin compasión"

El fiscal solicita la prisión permanente revisable para la mujer que estranguló a su marido, con una enfermedad degenerativa

La viuda negra de Godelleta ante un jurado popular.

La viuda negra de Godelleta ante un jurado popular. / I. Cabanes

Para que se pueda hablar de eutanasia hay dos premisas básicas, por un lado la decisión expresa, firme, formal y voluntaria de una persona para acabar con su propia vida, y por otro que el fin sea evitar un dolor y sufrimiento innecesario. En el caso de la muerte de Isaac Guillén Torrijos, un expolicía local de Catarroja de 45 años con una enfermedad degenerativa, no se cumple ninguna de las dos. Si bien la víctima en algún momento había comentado su deseo de "morir dignamente" llegado el día –a finales de 2019 cuando se produjo el crimen la Ley de regulación de la eutanasia todavía no estaba aprobada– no dejó constancia escrita alguna de dicha decisión ni se lo dijo a sus más allegados, su hijos. Además, su viuda lo estranguló con los cordones de las zapatillas después de golpearlo y tratar de asfixiarlo abriendo la espita de una bombona de gas butano dentro del coche. Posteriormente lo enterró con sosa cáustica en una fosa de Godelleta que mandó excavar meses antes y suplantó su identidad para hacer creer a todos que su marido seguía vivo. "Es imposible hablar de eutanasia, fue un asesinato sin compasión", remarcó el lunes el fiscal en su exposición de hechos inicial ante los miembros del jurado popular que deberán determinar la culpabilidad o no de la presunta asesina.

Beatriu F. C., de 43 años, se enfrenta a la mayor pena que contempla el Código Penal, la prisión permanente revisable, por un delito de asesinato a persona especialmente vulnerable por razón de su discapacidad, tal y como adelantó en exclusiva Levante-EMV, del grupo Prensa Ibérica. Su hijo, que tenía 16 años cuando se produjeron los hechos, ya fue juzgado y condenado por un juzgado de Menores. En su caso se le impuso una medida de dos años de internamiento en régimen semiabierto como cómplice de un delito de auxilio al suicidio, aunque como recordó a los jurados el fiscal, la sentencia recogía que el menor "actuó bajo la creencia errónea de que su madre estaba cumpliendo la voluntad de su padrastro".

El hijo de la acusada fue condenado por auxilio al suicidio al actuar «bajo la creencia errónea» de que cumplía la voluntad de su padrastro

Por su parte, la defensa de Beatriu sostiene que la voluntad de Isaac era la de acabar con su vida y cuestiona el móvil económico del supuesto crimen que esgrimen las acusaciones. Por ello solicita inicialmente la libre absolución de su patrocinada. Además de insistir reiteradamente a los miembros del jurado para que no se dejen influir por la prensa, el letrado trató de hacer caer en ellos una responsabilidad mayor remarcando que su clienta se enfrenta a la prisión permanente, llegando a utilizar las palabras "cadena perpetua" para apelar a la compasión de éstos.

Los miembros del tribunal popular tendrán que esperar para conocer las alegaciones de la acusada, cuya declaración está prevista para el próximo viernes, al solicitar su defensa que declare la última, una vez ya sepa que pruebas hay contra ella y haya escuchado el contenido de cada una de las manifestaciones de testigos y peritos.

Móvil económico

Isaac Guillén padecía una enfermedad conocida como ataxia cerebelosa, de tipo degenerativo, cuando en 2017 contrajo matrimonio con la acusada. Según el informe del fiscal, refrendado por la jefa del grupo de Homicidios de la Policía Nacional, Beatriu F. dependía económicamente de Isaac, quien percibía una pensión de gran invalidez desde el año 2015 y las rentas del alquiler de un inmueble. En caso de separación, la mujer se quedaba sin nada, salvo el domicilio en el que vivían, que era de ella.

La relación entre la pareja no iba bien, llegando a protagonizar varios enfrentamientos, incluso teniendo que acudir la policía en uno de ellos el 1 de noviembre de 2019, justo un mes antes del crimen. Según aseguran fuentes del entorno del fallecido, Isaac llegó a plantearse en varias ocasiones el divorcio y hasta abandonó el domicilio familiar, pero acababa regresando porque requería de los cuidados de su esposa.

La misma que tras acabar con su vida, de una forma de todo menos humana, realizó todo tipo de actos para ocultar su crimen, suplantando su identidad para hacer creer que seguía vivo, y que pidió expresamente a la Policía que dejaran de buscarlo porque era su decisión y tenían que respetarlo.

Los pasos para preparar el crimen

La minuciosidad con la que preparó la muerte de su marido la acusada y las medidas de seguridad adoptadas para evitar ser posicionada en Godelleta en el momento del crimen no concuerdan con la idea que trata de hacer creer sobre un supuesto auxilio al suicidio. 

Ya en el mes de octubre alquiló una parcela rústica en Godelleta, alejada y tranquila, en la que mandó excavar una fosa de 78 centímetros de profundidad, 130 de ancho y 326 de largo, con la clara idea de deshacer allí del cadáver.

Asimismo fue introduciendo en el entorno de amigos de Isaac la idea de que éste quería marcharse a un país extranjero donde sí estaba permitida la eutanasia, ya que en alguna ocasión había manifestado su deseo de morir. E hizo acopio de productos químicos que refrendaran dicha idea de "muerte digna".

Así, el día de autos, el 1 de diciembre de 2019, drogó a su víctima haciéndole creer que era una pastilla para calmar el dolor y antes de desplazarse hasta Godelleta se aseguró de dejar los teléfonos en otro punto para que en caso de ser rastreados por la policía en un futuro no pudieran ubicarlos allí. De esta forma le dejó el teléfono móvil de la víctima a una amiga y el de ella y su hijo a un familiar en Paiporta.

Le dejó el teléfono móvil de la víctima a una amiga y el de ella y su hijo a un familiar para no ser ubicados en el lugar del crimen

Como explicó la jefa de Homicidios de la Policía Nacional, les llamó la atención que cuando localizaron el teléfono móvil de Isaac en el registro domiciliario, una vez ya detenidos, el terminal estaba escondido en un neceser envuelto en papel de aluminio -para que actuara de jaula por el efecto Faraday- y con las cámaras tapadas con un esparadrapo. Además tanto ella como su hijo se desplazaron en varias ocasiones a Barcelona, desde donde enviaron mensajes y llamadas haciéndose pasar por el ya fallecido.