Unos audios grabados por la mayor de tres hermanas, todas ellas víctimas de las agresiones sexuales a las que eran sometidas por su padrastro –en el caso de dos de ellas– y padre biológico –de la más pequeña– fueron la prueba definitiva contra su violador, condenado ahora a 32 años de prisión. Estas grabaciones, que contienen «un inequívoco contenido lascivo del acusado», según remarca la sentencia, corroboran varios de los episodios narrados por la víctima. Aunque, incluso sin haber tenido acceso a dicha prueba de cargo, solo el relato de las menores, cuya credibilidad fue avalada por las psicólogas del Instituto de Medicina Legal de València, hubiera sido suficiente para condenarlo.

La Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Valencia condena también a la madre de las menores al pago de una multa de 1.260 euros como autora de un delito de omisión del deber de impedir la comisión de delito, al quedar acreditado que era conocedora de los tocamientos a una de las niñas y pese a ello no formuló denuncia ni tomó medidas para tratar de evitar la repetición de los mismos. Pero la exime de responsabilidad sobre el delito de agresión sexual –no sabía las posteriores violaciones– y respecto de los delitos sexuales cometidos contra sus otras dos hijas ya que, según el fallo, no podía prever el peligro que corrían las menores.

La madre, defendida por el letrado Cristian Freile, se enfrentaba inicialmente a una petición de pena de cuatro años de prisión, pero tras la celebración del juicio el fiscal modificó sus conclusiones y pidió únicamente multa, concretamente 36.000 euros. La sentencia argumenta que aunque en los audios queda constancia evidente de que la acusada «estaba en condiciones de saber que los hechos con una de sus hijas se repetían, estuviese o no ella delante», de ahí la condena, no podía prever que el acusado fuese a actuar también frente a las otras hijas pues «no hay dato alguno sustancial que lo revele ante la acusada como un depredador indiscriminado». Asimismo, al no estar presente en la casa cuando ocurrieron las agresiones y abusos sobre las otras dos menores, tampoco «necesariamente debiera prever el peligro que se pudiera cerner sobre aquellas, toda vez que el foco de la atención del acusado estaba en su hijastra mayor», de la que decía estar enamorado.

El fallo entiende que no podía prever el riesgo que corrían las niñas ante un depredador indiscriminado

La Audiencia condena al violador a una pena de trece años y medio de prisión por un delito de agresión sexual con penetración y prevalimiento sobre menor de 16 años, a once años más de cárcel por un delito continuado de abusos sexuales con acceso carnal sobre menor de 13 años, y a otros siete años y medio por una agresión sexual sin penetración con la atenuante analógica de embriaguez al estimar que en uno de los casos el acusado tenía afectado el control de los impulsos por la ingesta de bebidas alcohólicas.

Según los hechos probados, las agresiones sexuales se produjeron en el domicilio familiar, en un chalé de un municipio del Camp del Túria en el que convivían ambos condenados junto a las dos hijas de ella y la hija en común. La pesadilla de estas tres niñas comenzó con la mayor cuando apenas contaba con siete años. Su padrastro le realizaba tocamientos en un almacén situado junto al chalet, y posteriormente cuando la menor dormía en la cama de matrimonio.

Los tocamientos con esta víctima dieron paso a las agresiones sexuales cuando ésta tenía entre diez y once años. Además, cuando siendo algo mayor, la niña se negó a satisfacer los deseos sexuales de su padrastro, el condenado le amenazó con hacerle daño a ella o a su madre si se lo contaba. A partir de entonces el acusado lo intentó varias veces más, sin éxito, hasta que la joven abandonó el domicilio nada más cumplir la mayoría de edad.

Un año antes, en 2018, el condenado agredió sexualmente a su hija biológica, que en ese momento tenía solo ocho años. En este caso no hubo acceso carnal. De igual modo, también ha quedado probado que en agosto de 2019 violó a la mediana, de trece años.

«Soy un artista de rajitas»

En los audios que la mayor de las tres hermanas aportó a los investigadores de la policía judicial de la Guardia Civil se refleja el insistente acoso sexual del acusado hacia la menor, que en ese momento tenía 17 años. «Soy un artista de rajitas», «estoy perdiendo la cabeza por ti», «mira lo que podría hacer contigo cada vez que te deseo», son algunas de las expresiones dirigidas hacia la menor. Además cuando ésta no le hace caso, el acusado la amenaza si le denuncia: «Yo saldré pero el día que salga tu estarás en un hoyo, muerta en un charco de sangre». En estos mismo audios el propio acusado confiesa la violación a otra de las menores: «cuando se puso ... (una de las hermanas) encima de mi miembro, de mi pene, tú le pegaste un empujón y empezaste a saltar como una perra».