Ni el mejor novelista de misterio podría inventar un argumento así. El problema es que no se trata de ficción, sino de la investigación real por el crimen de la viguesa Déborah Fernández-Cervera en abril de 2002, cuyo cuerpo fue hallado en una cuneta de O Rosal tras diez días desaparecida.

Lo que también se encontraba perdido desde prácticamente el inicio de las pesquisas fue el teléfono móvil de la joven, pieza de convicción que la familia había entregado a los investigadores. Más de 20 años después este objeto (sin tarjeta SIM) ha sido presuntamente localizado en las mismas dependencias de la Comisaría de la Policía Nacional en Madrid junto a otras pruebas del caso. Así lo afirma la familia de la joven tras el oficio remitido por el grupo investigador policial.

Y es que todo respondería a unas obras de mejora realizadas en dichas instalaciones, donde tras la reubicación se halló “un legajo desconocido hasta la fecha que contiene efectos y documentación referentes a la investigación sobre la muerte de Déborah Fernández-Cervera Neira”.

La familia apunta que, a mayores del teléfono, que presuntamente se corresponde con el de la joven, también se hallaron “cintas de vídeo, fotografías y oficios policiales”.