Para el Código Penal no es lo mismo un robo que un hurto. Un término legal que muchos amigos de lo ajeno aprovechan a su favor para seguir infringiendo la ley. Con el final de las restricciones por la pandemia, estos delitos han repuntado en Vigo hasta registrarse una media de ocho al día. A diferencia de un robo, el hurto es aquel en el que la sustracción se hace sin usar fuerza y sin recurrir a la violencia física ni a la intimidación.

La variedad de hurtos es inmensa. Algunos son de lo más nimio, pero igualmente pueden derivar en condena. Y si no que se lo digan a una mujer que, en 2021, sustrajo unas pestañas postizas valoradas en 5,98 euros en el establecimiento de una popular cadena comercial de Príncipe. Les quitó el envoltorio, las metió en el bolso y salió sin pagar. Pero fue interceptada. Dado que el artículo, sin su envase, ya no se podía poner a la venta, fue denunciada. Y el Juzgado de Instrucción 5 de Vigo la condenó por delito leve de hurto en grado de tentativa. Le impuso una multa de 174 euros. El caso llegó a la Audiencia Provincial de Pontevedra, que rebajó la sanción a 90 euros: no es lo mismo intentar sustraer un teléfono móvil que cuesta 200 euros, razonó el juez, que un producto de estas características de valor mínimo.

Según fuentes policiales, hay que andarse con ojo porque los profesionales de los hurtos se mueves a sus anchas: “Saben manejarse muy bien y aprovechan cualquier descuido”. Operan principalmente en tiendas y centros comerciales. Sus objetivos suelen ser prendas de ropa, calzado, perfumen, productos cosméticos e incluso videoconsolas de última generación.

También hay hurtos en bares y restaurantes, especialmente en las terrazas donde es más fácil llevarse teléfonos móviles o bolsos colgados en las sillas. Otra de las circunstancias que aprovechan son las aglomeraciones, como los conciertos, donde roban carteras y bolsos.