Me han pinchado”. Así empezó el la agresión por sustancia química de Sara Vives, una joven de 26 años de Dénia, que duró más de 24 horas entre gestiones y hasta que finalmente pudo poner la denuncia. Eran altas horas de la madrugada en el FIB, el festival de Benicàssim. “Estábamos en un concierto y estaba con una amiga y su pareja. De repente, vi a un grupo de cinco o seis chicos todos con camiseta negra y al pasar por mi lado me rozaron el hombro. El primero, el segundo y con el tercer roce de contacto noté un pinchazo en el brazo”, cuenta. “Y sé que era un pinchazo porque noté como si me clavaban una banderilla”.

Automáticamente se acordó de los casos que habían ido saliendo en otras fiestas veraniegas en España. Este testimonio en Castellóse suma a varios registrados en toda España (Cataluña, Navarra, País Vasco y en el sur de Francia) donde ya se han registrado otros incidentes de este tipo, siempre en ambientes festivos o de ocio y en lugares muy concurridos. Muchas voces relacionan estas agresiones por sumisión química con una intención de atentar contra la libertad sexual de las mujeres, aunque esto no ocurrió en el caso de Sara, pues los agresores desaparecieron nada más pincharle en el brazo, tal como explica a este periódico.

Cosquilleo de rodillas para abajo

Tras el pinchazo, intentó mantener la calma y observar su cuerpo y les dijo a sus amigos que la miraran por si acaso se desmayaba o de repente se ponía muy eufórica. “A los diez minutos empiezo a notar una bajada de tensión, como mi cuerpo se durmiera y de rodillas hacia abajo solo sentía un cosquilleo, un hormigueo que también notaba en la lengua”, relata Sara, que estaba de pie. “Quería sentarme, descansar, pero tampoco quería hacer un drama ni arruinar la fiesta a mis amigos, así que esperé un rato”, explica.

Estaba en el concierto e intentó bailar para sudar “la droga” y beber agua para hidratarse. “Tuve miedo. Sabía que estaba drogada porque esa sensación no la había tenido nunca y esa noche no había bebido. Miraba a la gente y me daba la sensación de que alguien iba a venir a por mí a hacerme algo, porque si me habían pinchado, algo querrían. No me separé de mis amigos. No dejaba de mirar a la gente y me daba miedo que me siguieran. Tenía la sensación de que todo el mundo me miraba, cualquier tío que se me acercara me daba pánico. Solo pensaba: ‘no te separes, si me han pinchado es por algo. Te eligen, los agresores se van y otra persona puede cogerme’, huía de la gente por miedo a que me llevaran y no tuviera fuerza de resistirme”, explica, ya más tranquila.

Al rato (no sabe cuánto pasó desde que notó el pinchazo) empezó a notarse un bulto en el brazo y decidió ir al punto violeta. “Lo cuento todo y les digo: ¿Ahora qué hacemos? ¿Cómo pongo la denuncia, cuál es el protocolo? Y la chica sonreía como si fuera un chiste. Me dijo que avisaría a sus superiores, pero no me pidió los datos ni nada”. Tenía ganas de llorar. De hecho, al acercarse a la Guardia Civil que estaba en el festival, rompió a llorar. Ellos le ofrecieron acercarle a un centro de salud pero decidió volver a casa con sus amigos. Una vez en casa de su amiga se acercó al ambulatorio más cercano “donde no me dejaron hacerme pruebas, pese a que yo quería hacerme una muestra de orina o de sangre para poder identificar la sustancia que me habían pinchado pero me comunicaron que tenía que ir al hospital”.

Al amanecer fue en tren hasta Denia y allí acudió al hospital. Allí le hicieron analíticas pero no encontraron droga. Entonces, aplicaron un protocolo de pinchazo accidental con medicación por el riesgo de haber contraído alguna enfermedad por la aguja. Medicación y control. Tendrá que hacerse analíticas cada tres meses, según dice, durante un tiempo para prevenir. Después, acudió al Juzgado de Instrucción Nº 3 de Denia para denunciar el pinchazo y la actuación de quienes la atendieron en primera instancia.

"Cacheamos a todo el mundo antes de entrar al recinto"

Por su parte, la promotora que organiza el festival apunta que no tiene constancia de que haya habido ningún caso durante el festival y detalla que el protocolo a seguir en los puntos violeta es, cuando llega un caso, informar directamente a la Guardia Civil, con quien tienen total coordinación. Además, subraya que “antes de entrar al festival se revisa al 100 % de la gente que accede al recinto”. Por último, reitera que “no tenemos constancia de ningún caso”.