La calle de Alicante donde vivía Gloria Martínez hasta que se la tragó la tierra el mismo día que ingresó en una clínica de reposo de l’Alfàs del Pi, a 50 kilómetros de la capital, ni siquiera se llama como se llamaba. La Ley de Memoria Histórica ha cambiado su nombre por otro. Sus padres, en cambio, mantienen el de la adolescente en el buzón como si no hubieran transcurrido casi treinta años desde que salió de esa casa y no regresó.

A punto de cumplir los 47 estaría Gloria Martínez aunque en la retina de su entorno más próximo, y en la de todos los que siguieron los pormenores que rodearon su extraña desaparición, se haya quedado congelada la imagen de aquella adolescente delgaducha de pelo rizado y ojos grandes de los carteles en los que se reclamaba una pista que permitiera dar con ella. 

Una buena estudiante de bachillerato que a sus 17 años hacía pinitos con el piano y a la que por prescripción (casi imposición, según sus padres) de la psiquiatra que la llevaba tratando desde los 14 por problemas de insomnio y ansiedad, ingresaron en un supuesto centro psiquiátrico situado a unos 50 kilómetros de Alicante, la clínica Torres de San Luis de L´Alfàs del Pi. Allí se le perdió la pista para siempre.

La clínica Torres de San Luis. María José Ortiz

Fue la mañana del 29 de octubre de 1992 cuando, desde el barrio de La Florida, desde una calle que ya no se llama como se llamaba, Gloria y sus padres, Álvaro e Isabel, partieron hacia la clínica de alto standing de donde, según predijo sin mucho acierto la psiquiatra, la chica saldría recuperada en un par de semanas tras una cura de sueño. Porque tener, no tenía nada grave, aseguraba Isabel que les dijo la doctora.  

Pero no fue así. A las pocas horas de ingresar, pasada la medianoche de ese mismo día, desapareció sin dejar rastro y sin que desde entonces, pese a los intensos rastreos que se prolongaron durante años en los lugares más insospechados, y por muchas llamadas que se recibieron asegurando haberla visto en los rincones más recónditos, se haya vuelto a saber de ella. Como si se la hubiera tragado la tierra. O tal vez se la tragó.

El buzón de la casa de la familia de Gloria en la actualidad, donde permanece su nombre junto al de sus padres y su hermana.

Por su madre se supo que aquella primera noche quiso acompañarla pero que no se lo permitieron «porque contravenía las normas de la clínica». Así que Isabel y Álvaro se marcharon, no muy convencidos de dejar allí a la mayor de sus dos hijas, y ella se quedó instalada en el bungalow B1. Al principio, con la presencia en el centro del cuadro médico, del que formaba parte la psiquiatra como directora adjunta, quien además era accionista. A partir de las tres de la tarde, con la sola asistencia de una enfermera y una auxiliar, dos veinteañeras y únicas ocupantes del centro junto a Gloria y a un matrimonio de nacionalidad búlgara que se ocupaba del mantenimiento y la cocina.

Las instalaciones tenían autorización como centro de tratamiento del estrés, no como clínica psiquiátrica

La recién ingresada pasó una tarde y un inicio de noche inquieta, lo que, según el testimonio de la enfermera y la auxiliar, obligó a administrarle varias dosis de tranquilizantes y a inmovilizarla atándola a la cama. Para evitar que se autolesionara, dijeron. Unas ataduras que pasada la medianoche pidió que le retiraran. Necesitaba ir al baño. Pero como quiera que seguía alterada y se percató además de que la enfermera se acercaba con una jeringuilla con la intención de inyectarle de nuevo, se intranquilizó aún más. Fue cuando decidieron llamar a la pareja búlgara para que les ayudaran a calmarla.

Y, en medio de ese revuelo, habría sido el momento elegido por Gloria para fugarse pese a estar hipermedicada, en pijama, sin sus deportivas ni sus gafas para la media docena larga de dioptrías que tenía, y sin conocer el centro, de unas dimensiones considerables y plagado de bungalows, ni su entorno.

Alicante se volcó en la búsqueda de Gloria. En la imagen, una concentración pidiendo más medios para localizarla. RAFA ARJONES

En esas condiciones, la adolescente habría saltado la pared que le separaba del exterior y, en plena noche cerrada y a través de un terreno agreste y alejado de núcleos urbanos, habría salido corriendo casi descalza con tanta rapidez como para que nadie pudiera encontrarla, por muchas batidas que se hicieron en días y semanas posteriores. A los padres les comunicaron la presunta huida de su hija a la mañana siguiente, cuando habían transcurrido casi ocho horas. 

La de la fuga fue la versión de los responsables del centro, entre los que se encontraba la propia psiquiatra. Y sobre esa hipótesis comenzaron a trabajar los investigadores. Dos magistrados a los que el caso les quedó grande desde el principio; una Fiscalía que se conformó con esa primera explicación sin reparar en que una adolescente en la situación en que se encontraba Gloria difícilmente podría haber protagonizado esa fuga de película; y una Guardia Civil que, aunque el caso esté judicialmente cerrado, se resiste a darle carpetazo. «Durante mucho tiempo aprovechábamos cualquier pista que nos llegara, por peregrina que fuera, para pedirle al juez que reabriera la causa», relata uno de los agentes que participó en la investigación y que se ha llevado a su jubilación la espinita de no haber podido resolver el enigma.

Vecinos de la familia ofrecen un millón de pesetas a quien la encuentre Carratalá.

La clínica se había inaugurado meses antes del ingreso de Gloria como un centro de reposo de lujo similar al Incosol de Marbella. Poco después de la desaparición se reconvirtió en geriátrico. De la enfermera y la auxiliar se acabó perdiendo la pista. Al igual que a los encargados del mantenimiento, que regresaron a su país.  

Agotada la vía penal por no hallar el juez indicios de criminalidad en la desaparición de la adolescente, a sus padres, al margen del dolor, solo les quedó la civil. En abril de 2008, casi 16 años después de que Gloria se esfumara, un juzgado de Alicante condenó a la empresa y a la psiquiatra a indemnizar a la familia con 60.000 euros por falta de seguridad en el centro, «aunque los daños morales son humanamente incalculables», puntualizaba el juez. 

La sentencia concretaba que las instalaciones tenían autorización para el tratamiento del estrés pero no como centro psiquiátrico hospitalario. Y añadía que carecía de personal preparado y suficiente y que no era el lugar adecuado para tener internada a Gloria. Una situación de la que la psiquiatra era perfectamente conocedora y quien nunca tendría que haber prescrito sedar y atar a la chica a la cama como solución a las crisis que padecía.  

Tampoco entendía el juez que aquella primera noche la paciente se hubiera quedado atendida solo por una enfermera y un auxiliar, ambas inexpertas. Aquella noche de hace casi tres décadas en la que Gloria desapareció para siempre

LAS CLAVES

  • Desapareció a las horas de ingresar en el centro

Gloria ingresó en la clínica Torres San Luis a mediodía del 29 de octubre de 1992 y desapareció pasada la medianoche.

  • No estaba en condiciones de fugarse 

A la adolescente le habían administrado varias dosis de tranquilizantes y ni conocía el centro, situado en un entorno agreste, ni estaba vestida adecuadamente para saltar una pared y salir corriendo.

  • Pudo no salir de la clínica

Después de una larga e infructuosa búsqueda, y aunque nunca se pudo probar, la sospecha más extendida apunta a que Gloria no salió del centro. 

Una búsqueda sin éxito

Algunas de las páginas de DIARIO INFORMACIÓN sobre la desaparición de Gloria Martínez.

En el foco. La desaparición de Gloria Martínez, una adolescente del barrio de la Florida de Alicante, captó la atención de los medios de comunicación desde el primer momento dadas las circunstancias que rodearon el caso: una buena chica de una familia trabajadora que se esfuma a las horas de ingresar en una supuesta clínica psiquiátrica. Durante años se rastrearon distintos parajes de la provincia para intentar dar con ella pero todas las búsquedas fueron infructuosas. 

El rastreo en dos vertederos de La Nucía no aporta indicios sobre Gloria (Jueves 29 de julio de 1993)

Dos buceadores buscan a Gloria Martínez en las balsas de riego (Martes 5 de octubre de 1993)

Fracasa una nueva excavación ordenada por el juzgado en busca de Gloria Martínez (Sábado 25 de marzo de 1995)

El GOE de Rabasa rastrea las laderas del Puig Campana en busca de Gloria Martínez (Jueves 16 de mayo de 1996)