Estos últimos meses ha ocurrido en Bilbao, Barcelona y Benidorm. También en Murcia, Sevilla y Cullera. Y en Blanes, Manresa y Canet de Mar. Desde el pasado 21 de junio, hasta en 25 ocasiones, grupos de entre dos y media docena de varones decidieron abusar sexualmente, o directamente violar, a mujeres porque sí, porque les apeteció, porque uno dijo "¡Vamos a hacerlo!" y los demás se apuntaron sin rechistar ni reparar en las consecuencias que ese acto iba a tener, sobre todo, para la víctima, pero también para ellos mismos.

En la mayoría de los casos, los agresores eran muy jóvenes. A veces, incluso, menores de edad. Y casi siempre actuaron al amparo de la noche y en entornos festivos o de ocio -hasta tres violaciones grupales tuvieron lugar en las fiestas de san Juan: en Bilbao, Fuengirola y L'Horta (Valencia)-. A varios les dio por grabarlo con el móvil para luego recrearse y presumir con camaradería de una 'hazaña' que recuerda trágicamente a la perpetrada hace tres veranos por otros cinco jóvenes en las fiestas pamplonesas de San Fermín. Un caso que parece haber puesto nombre a un nuevo perfil de acosador sexual cada vez más presente en los medios de comunicación y, por desgracia, en la vida de las mujeres: el que decide actuar en manada.

En realidad, hablamos de un tipo de delincuente que aún carece de nombre, seguimiento contable y análisis académico y policial a pesar de la alarma que ha empezado a generar en la sociedad. Actualmente, ningún organismo oficial es capaz de dar la cifra del número de agresiones sexuales grupales que padecen las mujeres en España cada semana porque, sencillamente, ninguno ha reparado en llevar a cabo ese cuenteo. La única referencia que existe sobre el fenómeno de los emuladores de 'La Manada' es la que ofrece la web Geoviolenciasexual.com, promovida por la asociación La Sur y el observatorio Feminicidio.net, cuyos datos, extraídos a partir de denuncias y noticias de prensa contrastadas, invitan a la preocupación.

Las cifras

Según sus cálculos, desde enero del 2016, se han producido en España 144 violaciones y agresiones sexuales múltiples, aunque con una inquietante tendencia al alza: si los 60 casos del 2018 casi cuadruplicaban los 17 del año anterior, los 52 contabilizados en los ocho primeros meses del 2019 llevan camino de pulverizar las cifras del curso pasado después de un verano excepcionalmente negro en el que ha habido, de media, más de dos situaciones de este tipo cada semana.

"No sabemos si hay más casos porque los agresores imitan a 'La manada de Pamplona' o porque la trascendencia de este juicio está animando a las mujeres a denunciar lo que antes se callaban. Lo único cierto es que el fenómeno va en aumento y que estamos ante un delito muy de nuestro tiempo", advierte Graciela Atencio, directora del portal Geoviolenciasexual.com, en relación al número de casos y al patrón de comportamiento que suelen repetir los acosadores: "A menudo son muy jóvenes y usan las plataformas de ligue para relacionarse afectivamente. No suelen conocer a sus víctimas previamente, o las atacan en la primera cita, y a muchos les gusta 'pornificar' sus acciones grabándolas con el móvil", describe la experta.

Mujeres indefensas

El imaginario colectivo identifica al violador con un ser sombrío y asocial que actúa en solitario movido por pulsiones violentas presuntamente incontrolables. Depredadores sexuales que alcanzaron fama en el pasado, como el 'violador de la Vall D'Hebron', 'el de l'Eixample' o 'el de Pirámides', se encargaron de aquilatar esa imagen sórdida y marginal. Ahora nos encontramos ante un nuevo perfil de agresor. "Los que actúan en manada no son enfermos. Aprovechan entornos festivos para demostrar su masculinidad y su pertenencia al grupo abusando plenamente conscientes de mujeres indefensas", distingue Atencio.

Tampoco estas agresiones sexuales grupales tienen mucho que ver con las que describen la literatura y la psicología. "En el pasado, las violaciones colectivas se practicaban en los conflictos bélicos como forma de escarnio contra el enemigo. Lo llamativo es que algo que hace dos décadas solo veíamos en la guerra de Yugoslavia, ahora podemos encontrarlo en una fiesta en Palamós", compara Natalia Fernández Díaz-Cabal, autora de 'Perséfone se encuentra a La manada. El trasluz de la violación', ensayo en el que analiza el significado que el estupro ha tenido en la cultura occidental a lo largo de la historia. "La violencia de las manadas de ahora es gratuita y banal, no busca una finalidad. Los agresores se jalean entre ellos y lo viven como un espectáculo, como si asistieran a un acto necrófilo en el que la mujer es un mero receptáculo", ilustra la investigadora.

Las alusiones a la pornografía son continuas entre quienes han analizado el fenómeno de las violaciones grupales por su similitud con algunos de los contenidos que tienen más éxito en internet. "Imitan lo que han visto en la red y lo graban para demostrar que ellos también pueden participar en una sesión de 'gang bang' o de 'bukkake', que son los géneros más demandados", entiende Carmen Orte, coautora del estudio 'Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales de adolescentes y jóvenes', donde alerta de las carencias que adolece la formación afectiva y sexual de las nuevas generaciones, no tanto porque vean porno como por ser esta la única enseñanza que reciben en materia de intimidad.

"Sus modelos y expectativas se han modelado a través de horas y horas de filmaciones pornográficas. No hay deconstrucción crítica de lo que ven, ni posibilidad de que empaticen con el objeto central del sexo grupal, la mujer, a la que perciben como un objeto", explica esta catedrática de la Universitat de les Illes Balears.

El vídeo, un trofeo

El retrato de este nuevo violador posmoderno que ha aprendido modales sexuales viendo porno y considera un trofeo un vídeo en el que él y sus amigos aparecen abusando de una mujer indefensa, se completa con el efecto catalizador que ha tenido el caso de 'La Manada de Pamplona' y, sobre todo, su dimensión mediática.

En la historia de las agresiones sexuales contra las mujeres hay un antes y un después de la violación múltiple perpetrada por 'El Prenda' y sus compinches en julio del 2016 y, sobre todo, del seguimiento que se hizo de su juicio en los medios, donde a fuerza de repetir el nombre que tenía el grupo de Whatsapp de los acosadores, se ha acabado acuñando una nueva forma de violación estilo siglo XXI dotándola de perfil, narrativa y épica propios. Como si se tratara de una moda.

De hecho, no es difícil encontrar en la prensa referencias a las sucesivas manadas que han ido aparecido después de la de Pamplona. Sin ir más lejos, a los seis jóvenes acusados de haber violado por turnos a una chica de 14 años en Manresa en octubre del 2016, cuyo juicio se reanudará el 16 de septiembre, ya se les conoce como 'La Manada de Manresa'.

En su ensayo 'Yo sí te creo: Cultura de la violación y el caso de Sanfermines', la periodista Samara Velte se muestra crítica con el "abuso" que, en su opinión, ha habido en los medios del término que dio fama a este caso. "Hablar de manadas es peligroso, porque es una metáfora que normaliza la violencia. Nos referimos a ella como si fuera un fenómeno natural, como si agredir en grupo a mujeres formara parte del instinto animal de los hombres. Esto justifica su imitación", advierte.

¿'La manada de Pamplona' ha acabado creando escuela? "Conocer los detalles de aquella violación colectiva no afecta al que nunca se planteó atacar a una mujer, pero sí a quienes fantasearon con esa idea y ahora, al ver que unos lo han hecho, se plantean emularles", destaca Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género.

En su opinión, este fenómeno debe ser analizado en el contexto de la lucha feminista por la igualdad. "Las mujeres han dicho no a los límites que se ponían sobre cómo deben vivir su sexualidad o qué lugares y horarios pueden frecuentar. Ante esto, hay hombres que se sienten retados. Muchos violadores, en sus declaraciones policiales, alegan que se sintieron provocados por sus víctimas", explica este forense.

Rechazo social

El diagnóstico valdría para los violadores en general. ¿Pero por qué el gusto de hacerlo en grupo? "Porque es más fácil llevarlo a cabo y porque refuerza la concepción machista de la mujer que algunos hombres siguen teniendo. El que viola a una chica en manada no busca echar un polvo. Esto no va de sexo, va de demostrar quién tiene el poder", añade Miguel Lorente.

La sentencia del Tribunal Supremo sobre el caso de Pamplona, que agravó las penas inicialmente dictadas por la Audiencia Provincial de Navarra, ha expresado el rechazo que la sociedad y el sistema judicial manifiestan contra este tipo de violencia contra las mujeres. A la vista de la proliferación de casos de este verano, no parece que los 10 años de cárcel que pueden caerle a cada violador grupal resulten disuasorios para quienes, según se deduce de las declaraciones policiales, creen que la responsabilidad penal se diluye entre los componentes del grupo.

"En realidad, se agrava. Quienes atacan a una mujer en manada, deben saber que sus condenas pueden verse incrementadas por el número de años que les caigan a sus compañeros", advierte María Ángeles Jaime de Pablo, presidenta de la Asociación de Mujeres Juristas Themis. En su opinión, aumentar las penas no serviría de nada. "No, al menos, para alguien que no tiene conciencia del delito que comete y que, en el fondo, cree que esas mujeres se merecen lo que les pasa", añade.

Todos los expertos consultados coinciden en señalar una misma herramienta para hacer frente a esta epidemia de manadas: la educación. "El porno no puede ser la única forma de aprender sexo que tengan los jóvenes. Hay que hablarles de sexualidad y afectividad en casa y en el colegio, no solo explicarles cómo se pone un condón. Y hay que hacer campañas de concienciación en la tele, en los medios, en los lugares de fiesta€", subraya Graciela Atencio.

Miguel Lorente acude a los resultados de una encuesta realizada recientemente entre varones de una universidad norteamericana para señalar el problema de fondo que trasciende a las violaciones grupales. Una de las preguntas de aquel sondeo decía: "Si supieras que es imposible que te pillen, ¿violarías a la chica más atractiva del campus?". El 30% de los estudiantes dijo que sí. "Mientras a uno de cada tres hombres le parezca admisible la idea de agredir sexualmente a una mujer, en grupo o en solitario, seguiremos teniendo un problema", advierte Lorente.