Romano Riberto van der Dussen lleva tres días libre en Palma. Ha pasado casi 13 años entre rejas por tres agresiones sexuales a mujeres en Fuengirola (Málaga), aunque él siempre ha proclamado su inocencia. La semana pasada, el Supremo le anuló una de las penas por una violación que no cometió gracias a una prueba de ADN de la que se tiene conocimiento hace nueve años y que implica a otra persona, el delincuente británico Mark Philip Dixie condenado en su país por violar y asesinar a una joven modelo. Romano ha estado en siete prisiones en distintas ciudades españolas: Málaga, Granada, Murcia, Alicante, Castellón, Valencia y Palma. "Nadie quiere a un violador. Yo tampoco", sentencia.

Ha pedido 32 permisos penitenciarios. Todos le fueron denegados. El motivo: estar considerado un agresor sexual múltiple, no arrepentirse, no reconocer los hechos ni someterse a ningún programa de tratamiento para violadores. "Un inocente no se puede arrepentir nunca de algo que no ha hecho. Prefiero pagar hasta el último día a reconocer lo que no soy", destaca el holandés de 42 años en la parroquia Mare de Déu de Montserrat, de Palma, donde vive acogido por el sacerdote Jaume Alemany, párroco y director de la pastoral penitenciaria. "Yo nunca he admitido los hechos, no he reconocido el daño porque soy inocente. Siempre he dicho la verdad", insiste. Al final, consiguió un permiso pero no lo pudo disfrutar por una sanción.

"Demostrar mi inocencia ha sido una obsesión para mí. No podía dejar de hablar de ello. Por eso tuve conflictos y problemas con los técnicos y los psicólogos de la cárcel, no con los de Palma. Los funcionarios de aquí me desearon mucha suerte", prosigue el hombre con la voz entrecortada y con lágrimas en los ojos. "Los funcionarios del módulo 6 de Palma y otros profesionales lloraban porque sabían que era inocente, pero no podían perder su trabajo. Incluso han venido a verme. Lamentan mucho lo que me ha ocurrido, pero ellos necesitan su trabajo. Saben que era una injusticia pero no me podían abrir la puerta. Tienen que cumplir con sus protocolos y con sus pautas", añade emocionado.

"Lamento lo que les pasó a las víctimas, pero no se puede permitir que un inocente pague por lo que no ha hecho. Por suerte, encontraron al culpable, si no yo hoy no estaría aquí. Hay otros casos sangrantes en España de inocentes en la cárcel. Yo he sufrido mucho dolor, ha sido muy duro. No soy la persona que era", asegura Romano con la voz temblorosa.

"Ahora, tengo que vivir mi vida. En la cárcel te mantienen, trabajas allí, comes tres veces al día. Pero ahora no tengo nada, ni un duro. No tengo médico, ni documentación, ni residencia, ni trabajo...", se lamenta el hombre.

"En realidad no existe la reinserción. Te tiran a la calle y ya está. Si no fuera por mi abogado y el padre Jaume, estaría en la calle, no tendría dónde dormir. No tengo nada", recalca el holandés. "Muchas palabras como reeducación o reinserción existen formalmente, pero todo eso es una farsa. La justicia también es una farsa. Estoy nervioso porque no sé qué futuro me depara", detalla Romano. "Estoy contento por estar en la calle, mi familia también lo está. Pero me tengo que ir acostumbrando poco a poco. Necesito ayuda psicológica. Emocionalmente, estoy hecho polvo. He llorado mucho estos días, no tengo voz. Pensaba que sería más fácil olvidar. Hablo por teléfono ocho veces al día con mi padre. Necesito un poco de tiempo para recuperarme. Me resulta difícil hablar con mi hija. Necesito estar tranquilo y equilibrado. Ahora no puedo controlar mis sentimientos. Estoy muy emocionado. No es tan fácil dejar atrás las cosas. Me siento inestable emocional y psicológicamente. Desgraciadamente es así. Pensaba que iba a salir de prisión y todo sería más fácil. No es como yo esperaba este momento. No me siento seguro de mí mismo", admite el hombre, que toma calmantes y antidepresivos.

"No puedo irme de España siendo un violador. Quiero que me absuelvan de todo. Mi intención es quedarme en la isla y trabajar aquí, empezar de nuevo y rehacer mi vida. Necesito un sitio para vivir y un trabajo. Me gusta mucho la hostelería, hablo cinco idiomas y en Ámsterdam yo trabajaba en un hotel cinco estrellas. Necesito que me ayuden", concluye.